(Ella)¿Había dicho enamorarme? ¿De él?.
¿Yo enamorarme de Ryan Collins? Era imposible si cada célula mía le disgustaba escucharlo y tener que verlo de nuevo era la maxima tragedia.—¿Qué te pasa?—puso el pan tostado sobre un plato y lo arrastró a mí—Pareces disgustada desde ayer ¿Pasó algo mientras te dejé sola?.
—No para nada, solo es estrés.
Él arrugo las cejas. Esque acaso ¿debería decirle lo de Ryan? Sería ridículo contarle que acepte un reto absurdo con alguien que sólo hacía pocos días conocí.
—¿Princesa?.
Cuestionó.
—En verdad. Esque tengo un nuevo proyecto—llamado "no te enamores de Ryan Collins"— y tengo que terminarlo pronto si no, estaré en muchos problemas.
—Fingiré creerte.
Su dedo se movía sobre su barbilla, una acción muy usual de él cuando pensaba de más las cosas.
—No te miento.
Le aseguré dándole una mordida a mi pan.
—Lo sé, así que termina con tu pan y vamos a tu destino.
Su sonrisa era reconfortante y ahora entendia porque muchas caían en su encanto, por cierto que su colonia era de lo más embriagador, admito que él era la mejor compañía, era más de lo que podía pedir.
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—Te lo dije, él no te perdería de vista.
Lia me recordó y había olvidado lo ridículo que hasta entonces me resultaba su advertencia.
—Ahora me arrepiento no haberte escuchado.
Las mesa del comedor escolar eran para cuatro pero en el nuestro sólo estábamos Lia y yo. Era graciosa, sus rizos rebeldes caían a sus costados mientras con todas sus fuerzas intentaba tenerlas quietas pero aún así mantenía una actitud alegre sonriendo al comer su arroz lleno de verduras con un tenedor ¿quién come arroz con un tenedor?.
Rosi.
Se parecía a ella, Rosi era amante de las verduras no recuerdo cuando había sido la última vez que comimos juntas y Lia me recordaba a ella, tenía el optimismo de Rosi, los gustos de ella, hasta quizá la misma sonrisa pero simplemente no era ella.
Lia era Lia y Rosi, Rosi. No podía confundirlas pues una era mi hermana y la otra mi amiga.
—¿Puedo..
Su voz distinguida en el sumido silencio desvío mis pensamientos profundos.
—¿Qué..
La confusión se apoderó de mí y él lo notó así que su mano libre señaló el lugar vacío en nuestra mesa.
—No. Ni lo pienses Ryan hay más mesas vacías, busca otra que no sea la mía.
Estaba tan obsorta en él que ni siquiera me había dado cuenta que todos los alumnos en el comedor habían dejado de comer para observarnos, unos con curiosidad otros con burla mientras que otros más y hablo de chicas, me miraban como si quisieran hacerme desaparecer en ese instante preciso.