capítulo tres

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Beomgyu sintió que el "más tarde" que Yeonjun le dijo significaba una eternidad. Y Beomgyu sabía lo que era la eternidad, demasiado bien. Por eso cuando un mensaje brilló en su pantalla, tomó su teléfono como un loco y con el corazón latiendo tan rápido que se mezclaba con el sonido de la cafetería en horario nocturno.

"Hola, ángelito. Perdóname por no haberte escrito antes, tuve un día pesado de trabajo".

Ángelito. Beomgyu lo había visto antes. Era un apodo, un mote cariñoso. Y sonaba más bonito este que el que tenía en el cielo. En el cielo era "defectuoso", "la mala mano y obra del señor" y otros que no disfrutaba conmemorar. Decidió que se quedaría con el mote que Yeonjun había decidido darle. Como un segundo nombre, lo adhirió a su piel.

"No te preocupes, ¿pasarás por aquí un rato?".

Esperaba que Yeonjun le dijera que sí. Necesitaba que le dijera que sí. Sentía muchas ganas de verlo y oír nuevamente su voz. Le agradó tanto Yeonjun que pasó todo su día pensando en su próximo reencuentro.

"No creo que sea posible, quiero irme a la cama lo más pronto posible".

Si Beomgyu fuese un ángel, entonces podría hacer que Yeonjun durmieae bien en las noches. Uno de esos pocos poderes que disfrutaba de abusar. Ahora es un humano, y no tiene ni idea de cómo hacer sentir mejor a Yeonjun desde la lejanía. Solo tenía un teléfono para ayudarlo y ni siquiera sabía cómo usarlo.

"Ve a pronto, y descansa".

Envió y se decidió a no contestar más mensajes para no distraer a Yeonjun de su misión.

Siguió con su rutina vida, la que ahora tenía. Cerró las puertas de la cafetería y caminó hasta su sitio. Era único, pequeño, y solo era suyo. Por fin podía decir que algo era de él. Los humanos lo hacían todo el tiempo, la pertenencia. Lo nuestro. Solo mío. Aunque Beomgyu aún no entendía qué era lo increíble en tener objetos. Los humanos se desvivían por los lujos y las comodidades.

Beomgyu tenía una cama y ni siquiera dormía.

Solo abría su ventana y miraba toda la noche a la luna. Con su bonita luz. Los humanos tenían una expresión para recibir el sol: "Tomando el sol". Beomgyu se molestó al saber que nadie utilizaba la expresión "tomando la luna".

Para cuando se dio cuenta, ya era de día, y tenía que ir de nuevo a trabajar. Todos se levantaban de mal humor de sus camas. Beomgyu la mayor parte del tiempo estaba bien con ello, le hacía feliz vivir. Y disfrutaría cada segundo en el que tuviese vida.

Cuando llegó al café, esperó encontrarse con Yeonjun como ayer. O ver a su amigo, pero ninguno de los dos se encontraba allí. Y pasaron largas horas. Para Beomgyu el tiempo no era largo, en la tierra, en tiempo era efímero. Como el viento. Corto y rápido.

Beomgyu conoció la lentitud. La lentitud no era como la eternidad. La eternidad existía y ya. La lentitud era incertidumbre y consciencia. Beomgyu era consciente de que las horas pasaban, y Yeonjun no estaba allí. A pesar de que saludaba feliz a todos, y estaba encantado de aprender sobre la interesante máquina de café, sentía esta pequeña molestia en su mente. Solo quería ver a Yeonjun por unos segundos, y tener una charla tan divertida como la del día anterior.

Entonces, la campana sonó. Y Beomgyu no tenía un sexto sentido. Ni siquiera cuando era ángel tenía habilidades especiales. Solo Dios las tenía. Pero sin ser Dios, giró su rostro para encontrar con Yeonjun. Sintió como su cuerpo se relajaba instantáneamente.

Frunció el ceño cuando vio a la persona que Yeonjun llevaba casi a rastas. El amigo de Yeonjun, el mismo cliente del día anterior, todo estaba bien en él, aparentemente. Eso podría decir, si no estuviera lleno de moretones y heridas. Beomgyu no podía sentir dolor, pero se veía totalmente como si doliera. Beomgyu lo comprendía perfectamente.

little demon like an angel ○ yeongyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora