capítulo uno

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Dios se había enojado con él. Mucho, demasiado. Los ángeles no solían enojarse mucho con él, solo sus superiores. Fallaba mucho pero eso podría hacerlo cualquiera, ¿verdad?

No era así para los ángeles.

Cuando la camapana sonó, levantó la mirada para encontrarse con un humano más sorprendente que el anterior.

Todos eran bellísimos, todos dignos de admirar. A Beomgyu le gustaba mucho estar en la tierra, le fascinaba. Cuando era un ángel solo podía observar. Ahora, hacía parte de ellos. De la tierra, del mundo, de la vida.

Cuando Dios hablaba de los beneficios de los ángeles y su inmortalidad, hacía parecer como si ser mortal no era lo suficientemente bueno. Beomgyu lo estaba disfrutando.

A Beomgyu le emocionaba la idea de estar con humanos. Aunque a veces se sentía extraño. Tenía un poco de miedo. Cuando era un ángel pasaba la mayoría de su tiempo solo, en lo que los humanos llaman cielo, cuidando desde la lejanía. Así que estaba acostumbrado a la inexplicable soledad que albergaba el vacío.

En la tierra, no estabas nunca solo. Siempre había alguien caminando cerca tuyo. Beomgyu no podría distraerse sin ser consciente de que estaba rodeado de más cuerpos.

Viviendo, respirando, con corazones latiendo. Era sorprendente. Pero abrumante. La vida humana era abrumante a medidas extraordinarias.

Beomgyu conocía a los humanos. A pesar de ser joven en su vida como ángel, sabía muy bien que como un humano representaba una gran cantidad de años. Demasiados. Una cantidad que los humanos no estarían dispuestos a vivir.

Beomgyu pensaba que la vida de los humanos era efímera e injusta. Su tiempo pasaba más rápido. No podían disfrutar demasiado de su entorno viviendo rápido. Morían como si fueran jóvenes. Y su lecho de muerte ni siquiera era tan agradable.

Beomgyu se aterrorizaba del triste final de todos los humanos.

Pero, ahora era uno. Bueno, el ángel superior no fue muy claro con él. Solo le había informado de las arbitrarias decisiones de Dios sobre su destierro del reino de los cielos. Destierro, no tenía sentido si ahora estaba sobre la tierra. Pero, ahí estaba, respirando.

¡Con dos ojos, una nariz y una boca! Cuando Beomgyu salió disparado al mundo con el ángel superior enojado, había estado maravillado al ver que ahora solo tenía dos ojos y no habían luces celestiales saliendo de su cuerpo. Y lo que era mejor, podía sentir su corazón latir. Los ángeles no tenían corazones, porque no albergaban vida.

A Beomgyu le gustaba vivir.

-¿Vas a tomar el turno para comer?-preguntó, una chica, más baja que él y con el cabello claro, tan claro como el sol. Beomgyu amaba ver la diversidad en cada humano. Lo hizo sentirse bien con su cabello oscuro, tan oscuro como la noche.

Era increíble saber que eres único a tu manera. Dios lo había planeado así. En cierto modo, cuando aterrizó en la tierra y vio su aspecto, por primera vez frente a un espejo, no podía creerlo. Era más bajo de lo que solía ser cuando era un ángel, pero tenía estas extremidades llamadas piernas y brazos que lo habían dejado asombrado. Podía caminar, podía correr, cuando era un ángel solo podía volar y volar sin ningún sitio en particular. Era tan aburrido.

Regresó para sonreírle a su compañera de trabajo.

-No, no necesito comer-dijo, suponiendo que su respuesta era normal para los humanos.

El ángel superior le había comentado que no era completamente humano. No necesitaba comer. Ni tampoco hacer otras actividades carnales básicas humanas.

little demon like an angel ○ yeongyu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora