Prólogo

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Hace incontables siglos, La Diosa de la Luz, Navilia, y la Diosa de la oscuridad, Dakrilia, crearon el mundo y las estrellas. Tras dar vida a las plantas y animales, Navilia entregó el planeta más hermoso a una nueva especie de su creación: El ser humano. Celosa por la prosperidad y atención de este, Dakrilia implementó su propia creación sobre la Tierra: Los Dakrales. Tras una violenta e interminable guerra, la humanidad fue empujada al borde de la extinción. Destrozada, Navilia plantó una semilla en el núcleo del planeta, dando paso a un gigantesco árbol, el cual serviría como un santuario sobre las nubes para las últimas personas del planeta. Con los Dakrales sobre la Tierra y los humanos en el cielo, Araxel, el tercer hermano de las Diosas, dio un regalo para cada ser vivo en el planeta.

Árima, la energía divina que traería vida a este nuevo mundo... así como el dominio de este.

Ahora, casi 500 años antes de los sucesos ocurridos en la leyenda de Navilú, un enigma del pasado se revela ante nosotros. La historia de quien ayudó a nuestros protagonistas, desde tantos siglos atrás, saldrá finalmente a la luz. ¿Quién fue esta persona? ¿Qué conexiones tiene con el desenlace de esta anécdota? En un mundo gobernado por monstruos... ¿Qué poder tiene una hoja y una pluma? Averigüémoslo, en esta nueva aventura. 



                                                            (Año 275 tras la invasión Dakral)


Los helados vientos nocturnos y el tenue descoloramiento de las hojas eran presagios no gratos para mi pueblo. Estos indicaban que el invierno estaba cerca, una época de sumas dificultades para nosotros... y no solo por las bajas temperaturas. Con menos luz en el cielo y noches más extensas, era más difícil poder ver a los monstruos llegar, algo que mamá y papá siempre intentan recordarme. ¿Extraño, verdad? Uno pensaría que el trabajo de los padres sería confirmarnos que criaturas como esas no existen, que son producto de nuestra imaginación y nada más que eso... lamentablemente, ese no es el mundo donde nos tocó vivir.

—Las cosechas se ven bien, no hemos tenido ataques por algunos días ya... parece que las Diosas sonríen ante nosotros. —Dijo mi madre.

—Ruego porque sea verdad. —Agregó mi padre. —Pero el invierno ya casi termina de cubrir estas tierras... parece que será uno largo esta vez.

Mientras ellos hablaban de cosas fúnebres, yo quedaba maravillada ante un hermoso saltamontes escarlata, el cual brincaba sobre las hojas con suma delicadeza. Los insectos, al igual que los monstruos, tenían aquel extraño regalo de los Dioses en su interior. Una energía tan hermosa como misteriosa, la cual se reflejaba mediante un tenue pero bello resplandor. Era el alma del planeta, cubriendo a sus habitantes en una especie de manto sagrado. Verlo me hacía sentir feliz... como enojada. ¿Nosotros no éramos habitantes de este planeta también? ¿Por qué no podíamos compartir este regalo como ellos? Dudaba que fuera un favoritismo de los Dioses... pero la respuesta nos eludía por completo. Quizá si pudiera salir de este lugar y explorar el mundo, podría resolver aquellas incógnitas por mí misma.

Mientras mi mente vagaba por aquellos lugares, mi amigo el saltamontes brincó con mayor fuerza que antes. Un rastro carmesí envolvió el camino que este seguía, sobre las plantas. Imitándolo, e imaginando aquel hermoso brillo en mí, copié sus movimientos. Flexioné mis piernas lo más que pude y empujé contra la tierra, impulsando mi cuerpo hacia adelante. Un brinco... dos... tres... una acción tan simple como esta, me llenaba de extraña fascinación. ¿Cómo una criatura tan diminuta podía dar saltos tan por encima de su misma altura? ¿Qué pasaría si las personas tuvieran esa capacidad? ¿Esto era por aquella energía divina o acaso por la anatomía misma de este ser? Preguntas y preguntas, alimentadas por una infinita curiosidad, invadían mi mente... todo por un pequeño insecto. Esa era yo, una pequeña niña cuyo deseo de conocer este mundo superaba el miedo a cualquier monstruo que asechara en este. De pronto, mientras me perdía en aquel mundo de fantasías, una manó me sujetó fuertemente del brazo, trayéndome de regreso a la realidad.

Historias y Cánticos en un Mundo lleno de MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora