Historias en un mundo lleno de monstruos.

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(Año 300 tras la invasión Dakral)


                                                                            Nyx Halah (Actualidad)

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                                                                            Nyx Halah (Actualidad)


Un brillante sol bendecía las praderas, tras una noche tormentosa. El clima podía llegar a ser tan hostil como impredecible, sobre todo en estos últimos años. Un cansado pueblo trataba a sus heridos, tras una ardua batalla a tan solo afueras de este. Una presa grande, daría de comer a los aldeanos por una semana, por lo menos. Una recompensa agridulce, considerando lo que se debía dar a cambio... cada vez que un suceso como este ocurría. Han pasado veinte años y las cosas solo parecen ir de mal en peor, un pensamiento que no compartiría con aquellos en mi entorno. Sorprendentemente, aún con todas las dificultades que traía vivir en este mundo, un inquebrantable espíritu se apreciaba en los ojos de la gente. Eran un pueblo herido, pero feliz.

—Vivir en estas condiciones desarrolla una gran fuerza. —Pensé. —Y con gran fuerza, suele venir un gran valor... usualmente.

No era lo ideal, menos para los más jóvenes o enfermos... pero no quedaba de otra, lamentablemente. Me acerqué a la plaza principal, observando todo a mi alrededor con ojos llenos de asombro. Las casas, materiales, vestimenta de la gente y hasta las costumbres, todo era similar a mi pueblo, pero con un toque único y característico. Aquello confirmaba lo que ya sospechaba: aunque todos fuéramos pueblos terrestres, cada uno había desarrollado su propia cultura con el pasar de los años. Me preguntaba si también tendrían festivales o rituales representativos de este lugar. Cada idea y pensamiento era anotada, vorazmente, por mi mágica pluma de roble seco. Tenía tantas hojas, del color de mis huesos, como para recitar la historia de este planeta... y más.

Mientras escribía, desde la base de una pequeña fuente, podía sentir múltiples miradas clavadas en mí. Era sumamente inusual, por no decir irreal, tener a una extranjera a sus puertas... mucho menos una sola... mucho menos una mujer. Aquella idea no me molestaba en lo más mínimo. A decir verdad, bajo su misma perspectiva quizá hasta habría pensado lo mismo. Podía notar a los niños riendo y señalando, a los más viejos experimentados observándome con intriga e incluso algunas sonrisas por parte de jóvenes curiosos. Bueno, si algo tenían en común, sería el deseo de hacerme cientos de preguntas... como era lo normal.

Tras terminar de escribir cada característica imaginable de este pequeño poblado, me puse de pie. Era hora de empezar con mi pequeña investigación, una que llevaba haciendo desde algunos años ya. Frente a lo que parecía ser un gran almacén, los guerreros cortaban en trozos la carne de la criatura que, previo a mi llegada, hacía su mejor esfuerzo por devorarlos. Cuatro personas habían resultado gravemente heridas, pero afortunadamente no hubieron bajas. Con delicadeza, me acerqué a aquel grupo, con una sonrisa amistosa en el rostro. Aunque algo escépticos, estos devolvieron mi gesto por igual.

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