Prólogo (2)

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Halver Halah

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Halver Halah

Árima: ???

Jóven con un talento latente, sin embargo, sus gustos y aspiraciones se inclinan más por un camino... artístico.



 (Año 730 tras la invasión Dakral)

(8 años tras la derrota de Áavaros)



Los tenues rayos solares, en el horizonte, marcaban el inicio de un nuevo día. Como de costumbre, las calles ya se encontraban llenas de vida y ruido. Ya fueran comerciantes vendiendo sus exóticos productos, granjeros preparándose para otro día de ardua labor en el campo, o aquellos aventureros listos para emprender en un nuevo viaje. Sea cual sea el motivo, nunca había un día aburrido o silencioso en esta ciudad. Tomé mis cosas, me despedí de mis padres y me uní a aquella multitud de personas alborotadas. Hoy mis lecciones empezaban algo más tarde, podía darme el lujo de relajarme un momento. La plaza principal estaba repleta, como de costumbre, podía ser un verdadero fastidio transitar por ese tipo de lugares a ciertas horas del día. Afortunadamente, habiendo vivido aquí toda mi vida, conocía un par de trucos y atajos para evitar esos escenarios. Evitando ser visto, avancé por callejones desolados, parte del área de viviendas. Mi objetivo, el tope de la muralla que rodeaba nuestra ciudad. No había lugar con vista más hermosa que ese, podías ver kilómetros y kilómetros en todas direcciones. Debía pasar un par de puestos de guardias... nada muy complicado.

Al llegar al primero, pude avistar a dos de ellos con claridad. Ambos conversaban, sentados, sin ninguna preocupación en este mundo. A veces me preguntaba por qué siquiera teníamos guardias aquí. En mis 8 años viviendo aquí, nunca había pasado nada que los ameritara. Silenciosamente, caminé de cuclillas junto al muro que conectaba a la gran muralla. Tenía listo toda una elaborada distracción para poder pasarlos, pero... no pareció ser necesaria. Al parecer, hablaban sobre el siguiente bache de la vanguardia. Cada año, quienes decidían formar parte, podían entrenar y estudiar para formar parte de esta. La vanguardia representaba la línea de defensa contra los Dakrales en el exterior, era una ceremonia muy importante para las personas aquí.

—Son tonterías. ¿Para qué quisiera salir y deliberadamente luchar contra esas cosas? —Susurré.

Una vez pasado aquel puesto, subí las escaleras hacia la sima de la muralla. Los civiles no tenían permitido subir aquí sin supervisión. No era inusual que Dakrales voladores atacaran desde los cielos, lo que se pretendía era evitar bajas innecesarias con esto. Bueno, no era como si fuera a pasarme a mí. ¿Verdad? Me apresuré hacia el tope, donde esperaba encontrarme con el siguiente grupo de guardias. Para mi sorpresa, el puesto donde debían estar se encontraba completamente vacío. No podía imaginarme la razón de esto, pero no es como si fuera a quejarme tampoco. Teniendo el camino libre, corrí junto a él, llegando finalmente a mi objetivo. Tal como la recordaba, el muro se extendía y rodeaba la ciudad por completo. Solo dejaba libre el lado Oeste, donde se encontraba el océano y la playa. Era nuestra principal protección contra los enemigos del exterior. Aquí adentro estábamos seguros... pero podía llegar a sentirse algo sofocante, la verdad. Desde aquí, sin embargo, esa sensación desaparecía por completo. Aquí parecía poder ver el mundo entero. El océano, expandiéndose infinitamente hacia el horizonte. Las montañas a la distancia, campos nevados, llamas y tantos climas cambiantes a la voluntad del Árima... era verdaderamente un espectáculo de los Dioses.

Historias y Cánticos en un Mundo lleno de MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora