La maldición de la abuela

Viaje

Nos despertamos temprano, el niño luego de estar listo vuelve a quedarse dormido así que lo llevo cargado al carro y le pongo bien el cinturón de seguridad, me subo de piloto y suspiro tratando de mantener la calma.

Mi esposa estaba organizando las maletas en la parte de atrás y luego de eso sube de copiloto.

- ¿En verdad estás bien? - me pregunta preocupada.

- Estoy bien - le respondo y le dedicó una sonrisa para encender el auto.

Empiezo a conducir mientras ella bosteza y se acomoda para dormir un rato más. Aún es muy temprano pero el camino al puerto es largo.

Luego de 4 horas y media de conducir, veo a mi primo en el lugar de encuentro, en un restaurante del puerto. El será el encargado de cuidar el auto hasta que regresemos.

- Ya se habían tardado - me dice acercándose - lamento mucho lo de tu madre.

- Gracias primo - le digo algo desganado y le doy un asentimiento.

Mi niño corre a él sonriendo y le abraza, mi esposa le da la mano y entramos al restaurante a desayunar algo sencillo.

Mi primo y mi niño hablaban animadamente, mi esposa va a ordenar y yo me siento mirando por la ventana dentro de mis pensamientos. Estoy haciendo lo posible para no derrumbarme a llorar como un bebé frente a mi familia.

Mi esposa me saca de mis pensamientos cuando me toca para desayunar panqueques, pidió que al niño le hagan un dibujo especial con la cara de algún animal con jarabe.

Luego de comer nos despedimos de mi primo y le doy mis llaves, me detengo a ver cómo se aleja y cargo a mi bebé. Este me abraza y tomo las maletas, empezamos a caminar al muelle para tomar un bote con dirección a la casa de mi difunta madre.

Al llegar al muelle, no habían botes con esa dirección. Así que esperamos algunas horas esperando que alguien nos quiera llevar. Encontramos un señor muy mayor que por fin aceptó ir a ese lugar, se me hizo muy conocido, pero lo dejé pasar. Inmediatamente nos acercamos a la isla me siento vigilado, en peligro.

El viaje duró algunas horas y el sol era intenso, así que mi esposa sacó una sombrilla para cubrirse del sol. Al llegar nos bajamos y veo el lugar, no ha cambiado en absolutamente nada, sólo que se ve más desolado y abandonado.

Caminamos hasta la casa pequeña de madera rosa que queda cerca del centro de la isla.

- Es una casa muy vieja - remarca Mike y sonrío de forma triste.

- Es mucho más vieja que yo - le digo - aquí vivía tu tatarabuela.

- Wow, entonces si es muy vieja - dice mi esposa está vez.

La puerta estaba abierta y había mucha gente dentro. Cuando me ven salen a saludarme y abrazarme, la mayoría era mayor que yo. Cuando Mike logra ver eso, corre a brazos de su mamá buscando salir del gentío.

Para ser sincero, no recuerdo a nadie de aquí, me fuí cuando era muy pequeño. Saludo a todos y me acerco al ataúd, la veo seria en la caja, sin una sonrisa, y el lugar estaba lleno de flores blancas.

Dejo caer las maletas y las lágrimas empiezan a salir sin poder contenerlas, esto no va a ser sencillo. Decirle el último adiós sin que pueda escucharme.

- ¿Por qué estás aquí? Ella no estaría feliz de verte aquí - escucho decir detrás de mí, me giro y veo a una amiga cercana de mi madre, de ella me acuerdo muy poco.

- Mi madre murió, ¿y querías que no viniera a despedir me? - le digo incrédulo.

- Ella dió la vida para mantenerte con vida, ¿y así es como le pagas? Volviendo para que te maten. Debes irte mañana, tú y tu familia. Principalmente debes sacar a tu hijo de aquí.

- ¿Cómo sabe que es mi hijo? - pregunto confundido.

- Es igual que tú cuando tenías su edad, son dos gotas de agua.

- Okey, pero ¿Por...

- No - me interrumpe - es mejor que no sepas nada, solo vete.