Carta 5

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 Querido ser humano:

 Hoy he vuelto a salir por primera vez después de tu inesperada ida.


 Las chicas han intentado que yo me olvidara de todo y que lo superara de una vez, ya que nunca regresarás. Pero a pesar de su apoyo, no lo he conseguido, ya que era difícil olvidarme de ti, cuando se notaba que faltabas tú.


 ¿Te acuerdas cuando solíamos quedar los seis juntos? Mis amigas, las que conozco desde que empecé la carrera; y tus amigos, los que han estado contigo desde los diez años. Nosotros hicimos de Celestina, y así, formamos un grupo de parejas en las que todos éramos felices. Pero tú, aparte de romper mi corazón, también has roto al grupo. Ya no somos los mismos, estamos más distantes, más distraídos. Los chicos ya no ríen, sus ojos están tristes. Pero en parte los entiendo ya que es lógico que estén así. En estos años, tú los has ayudado y ahora siguen necesitando tu ayuda para admitir tu ida. Irónico ¿verdad?


 En cuanto a las chicas, también te echan en falta, pero en este caso, ellas son las menos afectadas, así que pueden disimular mejor su pena para que los chicos estén un poco mejor. Y yo pues... bueno si no te has enterado de cómo estoy en todo este tiempo, es porque ya sí que te has olvidado de mí y te he dejado de importar.

En cualquier caso, todos necesitábamos despejarnos, y por eso decidimos ir al bar, aquel al que íbamos el segundo sábado de cada mes. Aunque esta vez no era sábado, ni ningún día en especial, sólo necesitamos vernos, reunirnos todos juntos y hablar un rato. Toda la noche si hacía falta.


 En realidad, la quedada no estuvo mal, lo pasamos bien y de vez en cuando salía alguna que otra sonrisa de nuestros rostros, pero ya te podrás imaginar que estando en una cena con dos parejas no es fácil.


 Entre copa y copa, yo necesitaba que me cogieras las manos, que me echaras el brazo por el hombro, que me dieras un beso. Y entonces, fue ahí donde llegó el momento en que comencé a dudar. A dudar de que si algún día podré coger a alguien más de la mano, a dudar en si podré abrazarle, pero sobre todo si podré besarle. Seguramente, si eso ocurre, no será de la misma manera que contigo. Será con mucha menos pasión, con mucha menos fuerza. Y entonces, una lágrima cayó. Las chicas me preguntaron si estaba bien, y los chicos, buscaban un pañuelo para qué yo me secara las lágrimas. Pero lo que sobretodo buscaban todos, eran palabras. Palabras para aquella situación. Palabras para que siguiera adelante. Pero nadie supo que decir. Fue entonces cuando me levanté de la mesa y caminé, una vez más, sola hasta casa. Y una vez aquí, me tumbé en la cama, y lo descargué todo: el sufrimiento, el dolor, la angustia. 


 Ahora, sólo estoy recibiendo mensajes de todos dándome ánimos, supongo que así es más fácil que decirlo a la cara.


 Atentamente: otro ser humano.

Cartas para un ser humanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora