─── 𝟎𝟑

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Pasaban las horas como un reloj extremadamente descompuesto, osea, lento, demasiado lento e interminable.

Eran solo cuatro horas las que la madre mencionó que duraría el viaje al nuevo destino de la abuela del chico, pero resultaba tan interminable aún cuando Jake la pasó escuchando música durante todo el viaje con sus audífonos y sus canciones favoritas que le hacían la persona más alegre y bailarín de la vida en cualquier lugar que esté, resultaba no ayudarle de mucho en olvidar el mal humor de su madre que permanecía desde hace un rato.

Miró de reojo a su madre desde el asiento del copiloto y ella no despegaba su mirada del camino donde el exterior se había vuelto un completo pasaje oscuro donde la noche comió todo el bosque de sombras y frío inmenso del que llegaba a mover todas las ramas y hojas de cada inmenso árbol en la zona casi de una forma increíble y al subir la cabeza las estrellas infinitas en el cielo y ciertamente, el suelo lleno de tierra, piedras diminutas, hojas sueltas y charcos de agua. Las luces frontales del auto servían allí.

Su madre no miraba a ningún otro lado ni a él menos abría su boca para hablarle, cantar la canción que se reproducía en la radio que de vez en cuando era interrumpida por la perdida de la señal al estar fuera de la ciudad o mínimo dar algún suspiro, bostezo, picadura, incomodidad: estaba muy intacta.

Jake volteó su cuerpo hacia los asientos traseros dónde se encontraba su Layla acostada sobre una toalla cuál en solo dos horas y media ya llenó de puros pelitos. La madre de Jake no quería pelitos en el auto por lo que tuvo que idear una táctica para que no estuviera en el maletero o quién sabe, la madre sería capaz de tenerla sobre el auto.

La misma chocó miradas con su dueño y movió su colita con espontánea felicidad, cuál este le sonrió de regreso y dedicó unas lindas caricias.

Durante todo el camino se sintió culpable del comportamiento de su madre y mantuvo varios pensamientos deprimentes en su mente e inconscientemente presentaba en sus gruesos labios un puchero y dejaba caer sus hombros.

Sus ojos se iluminaron cuando se le ocurrió una idea:

- Mamá, sé que gustas esta canción.

Sin respuesta.

- Es nuestra canción, sé que la conoces bien.

Musitó en tono llamativo el chico hacia la mujer que repentinamente movió sus ojos a él.

El chico desconectó sus audífonos y reprodujo la canción siguiente en su lista llamada "A Thousand Miles" sonando esa melodía de piano pegadiza al inicio que sacó una sonrisa a Jake estando atento a la reacción de su madre, ya que, siempre ambos solían divertirse taradeando esa música.

Esperaba una reacción mucho más linda.

Seguro de sí mismo de tenerla.

Pues, lo que recibió de parte de su madre; fue su mano sujetando con fuerza los costados del celular del chico cuál presionó fuertemente como si quisiera quebrar o apunto de tirar lejos el aparato por la ventana del auto. Lo peor fue el chico, brincó de su asiento aguantando el dolor provocado por su madre que aparte de apretar su celular, le hacía daño a él que sostenía de el. El chico soltó un agudo quejido del que apretaba sus dientes entre sí con fuerza aguantando contra la fuerza de ella y puso algo de fuerza para librarse a jalones de su agarre.

- Jake, detente. ¡No necesito estas cosas!

- MAMÁ, SUELTA, ME HACES DAÑO.

Layla se alarmó al reclamo de su dueño y comenzó a ladrar a la vez que lloraba dentro del auto y se inquietaba sobre su asiento intentando pasar al frente del lado de copiloto, pero no podía serle de ayuda.

WEEK | JAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora