El ángel sin alas.

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Temblaba, sus labios pronunciaban cosas que no eran entendibles y mientras el trataba de despertarla, sentía unos nervios recorrerlo.

¿Cuanto mas tiempo pasaba con los humanos, mas conocía los sentimientos?.

-Megan, es solo un mal sueño.- le dijo removiéndola con suavidad.- Mega...

La joven se levantó agitada, asustada y sobre todo, desubicada. Cuando tomó un poco mas de conciencia, encontró a Jimin, abrazándolo con suavidad, pues necesitaba un ancla a la tierra y el era esta.

-Venían por mi, me decían que las cosas iban a cambiar y que tu no podrías salvarme...

Jimin la abrazó con cuidado, escuchando lo que le decía la menor.

Habían estado con muchísima precaución, pues los atentados incrementaban en contra de Megan y esta en momentos no podía asistir a la escuela. Las cosas comenzaban a ponerse peligrosas. Sus padres le cuestionaban miles de cosas y en ciertos momentos se encontraba estresada y asustada.

La habían tratado de sacrificar mas veces de las que siquiera podía aceptar haber pasado. Los síntomas de su don relucían cada día mas y eso era algo que le asustaba mucho. sueños, señales, dejavus, premoniciones  y sobre todo, sus manos parecían despintarse como si se tratase de vitiligo. Jimin le explicaba solo cuanto se le permitía, pero eso no era suficiente para Megan. Ella necesitaba muchas respuestas.

Por otro lado el ángel trataba de hacer lo mejor posible por cuidarla incluso en sus sueños. Sabia que en cuanto acabase esta misión no se volverían a ver y eso era algo que le preocupaba.

Fue cuando el ritmo de las cosas o del momento les provoco que Megan se alejase de su familia. Y no era por razones obvias, pues la podrían encontrar hasta doblando la esquina pero para ella, el pensar en que su pequeña hermana sufriese o sus padres le podía muchísimo... Jamas se lo perdonaría si algo les llegase a suceder.

Marchándose, les dejo una carta a sus padres en esta les explicaba que se tenia que alejar y que si algún día eso mejoraba, entonces regresaría. Para la familia Petterson fue difícil aceptarlo pues Megan era una niña obediente y estudiosa; Aquella noche que decidió partir, su padre molesto menciono que era mejor que no volviese. Aunque Megan no supo de ello, sabia que existía esa posibilidad.

Se mantenían moviéndose cada dos días, comenzaron por Gangneung despues Pohang hasta que se detuvieron un poco en Daegu.

Había momentos de paz, en los cuales convivían. Ninguno de los dos necesitaba mencionar palabra alguna; ambos se sincronizaban de una manera sorprendente. ¿Y que si ya se había olvidado de su misión?: No había manera de ello.

Mientras Jimin aspiraba el olor dulce del cabello de Megan, escucharon unos pasos acercarse hasta su puerta. El ángel miro a Megan, la cual le decía que no fuera pero este tenia la obligación.

El cuarto de motel que les resguardaba era tan pequeño que se podía escuchar cualquier ruido.

-No, Jimin. por favor.

Susurro Megan siguiéndolo hasta casi la puerta, donde el ángel tomó la perilla y miró a la castaña, poniendo el dedo sobre los labios propios, indicándole que guardara silencio. Megan lo miró pidiéndole por favor pero fue muy tarde, el ángel ya había abierto la puerta, encontrándose con la nada. Se perdió por el largo pasillo mientras la brisa salina del mar, le golpeo la nariz a Megan.

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