VIII. Nunca le haría daño

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Maratón 2/2

Elsa, Martes 16 de agosto de 2022, 19.17h

— Pablo…— le llamaba mientras le seguía por el pasillo —, Pablo, espera.

Él se giró justo antes de entrar al vestuario.

—¿Qué quieres? — preguntó cortante.

—¿Qué te pasa?¿Qué ha sido eso? — pregunté enfadada refiriéndome a la situación de antes.

—¿En serio? — se rió irónico — ¿Es necesario que te lo explique? — se detuvo a esperar mi respuesta, pero como no contestaba volvió a hablar — Joder, me cago en todo —maldijo sin mirarme a los ojos. Cada vez estaba más confundida — ¿No lo entiendes? Eres tú, lo qué me pasa eres tú.

No sabía como tomarme eso, pero mi estomago se empezó a revolver haciendome cosquillas.

—¿Estás celoso Pablito? — me atreví a preguntar.

Él seguia sin mirarme a los ojos y al escuchar mi pregunta su cabeza miró hacia arriba.

De repente se decidió a contestarme y por fin sus ojos se posaron en los mios: — Sí Elsa, estoy celoso —admitió a regañadientes.

Intenté esconder mi sonrisa pero me era imposible.

— Si quieres mi instagram solo tienes que pedirlo.

Su cara cambió de expresión y me sonrió. Cogió su mochila con rapidez y buscó su móvil. En cuanto lo encontró lo desbloqueó aún con esa sonrisa en los labios que me derretía. Me tendió su móvil ya con la aplicación de instagram abierta en el buscador.

Le miré esperando a qué él me lo preguntara y lo entendió porque en seguida añadió: — ¿Podría este celoso obtener tu instagram?

Reí por el modo en el qué me lo pidió y agarré el móvil que me seguía ofreciendo Gavi, digo, Pablo. En seguida escribí mi usuario y me di a seguir des de su teléfono.

Se lo devolví y el miró la pantalla.

— Gracias…

Nos quedamos en silencio mirándonos el uno al otro, pero este no era un silencio incómodo, era muy agradable en realidad. Su mirada bajó recorriendome el cuerpo y volvió a subir para volver a conectar con la mía.

—Estas muy guapa, ¿lo sabías? — dijo seriamente.

Reí como una boba ante su inesperado halago.

Sus ojos volvieron a dejar los mios, pero esta vez se detuvieron en mis labios, durante lo que pareció una eternidad.

Vi como iba a volver a hablar y antes de que pudiera preguntar nada hablé: —Sí, Pablo, puedes besarme.

Antes de lo esperado sentí como sus manos se acomodaban en mis mejillas y me acercaban hacía él. Nuestros labios se unieron en un sueve beso que cada vez se volvía más intenso. Nuestras lenguas luchaban sin parar mientras mis brazos se acomodaron encima de sus hombros y sus manos bajaban recorriendome el cuerpo, haciendo que sintiera un escalofrío.

Nuestras bocas se separaron por la falta de aire y me dió tiempo a analizar sus labios que ahora lucian hinchados y muy rojos, supuse que los míos estarían igual. Sin dejar pasar más tiempo Pablo me volvió a besar desesperadamente posando sus manos en mi espalda baja.

Mordí su labio inferior cuando él junto nuestras caderas y noté lo duro que estaba, cosa que hizo que me mojara aún más. Pablo me adentró al vestuario sin dejar de besarme.

Cerró la puerta  detrás de mi y me levantó en el aire. Aprovechó para volver a besarme cuando yo enredé mis piernas en su cintura.

Se separó de mis labios por un momento analizando el vestuario y decidió sentarse en un banco que estaba enganchado en la paret de la derecha.

Enséñame II Pablo Gavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora