• CAPÍTULO 6 • EL INICIO DEL CAOS

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Aunque sabía no era una buena idea haberme ido con él, no quería quedarme con la duda de saber qué era lo que lo había llevado a buscarme hasta el parque ese domingo. 

¿Qué era lo que quería decirme que no pudo decir por mensaje?

No puedo negar que verlo sacudió mi mundo con la misma intensidad que un sismo de magnitud 7.8 en la escala de Richter. Su sola presencia hizo tambalear incluso los cimientos que creí más sólidos de mi cuerpo.

Su presencia tuvo un impacto tan fuerte en mí que sentí que el tiempo se detuvo por un momento, dejándonos a él y a mí en una burbuja separada del mundo. Mientras íbamos en el auto, parecía como si no hubiera nadie más en el mundo. No había autos ni personas caminando por las calles, solo éramos él y yo y la sensación de haber regresado en el tiempo.

Él y yo, juntos otra vez.

El silencio se hizo presente en el interior del vehículo, solo interrumpido por nuestra respiración agitada y el sonido del motor. Sentí que su mirada se posaba en mí de vez en cuando, como si estuviera tratando de encontrar algo en mis ojos. 

En ese momento, supe que lo que venía a decirme era algo que cambiaría todo. Y yo, yo me moría cada segundo por saber qué era, y por qué tuvo la necesidad de decírmelo cara a cara.

Él, que cuando necesité respuestas, solo me regaló silencio.

Él, que convirtió en abismo todas las promesas que me hizo.

Él, quien dejó un vació que pareció quedarse conmigo siempre, como una cicatriz invisible, pero dolorosa. 

Una que nunca dejó de doler ni con el paso del tiempo. 

Diez meses habían pasado desde que Mateo y yo terminamos y desde entonces no había tenido nada serio con nadie más. Había tenido un par de citas desastrosas, culpa en parte de Andrea, quien me obligó a usar una app de citas en un momento en que todavía estaba sensible y vulnerable por la ruptura.

Recuerdo que al primer chico con el que salí después de haber terminado la relación, lo espanté por pasar la noche entera hablando de mi ex. El pobre salió de la cita conociendo hasta los secretos más oscuros de Mateo. 

El segundo intento fue un poco mejor, al menos de mi parte, ya que no mencioné ni una sola vez a Mateo ni a ninguno de mis ex. Sin embargo, la noche terminó abruptamente cuando fuimos sorprendidos por la madre del chico en pleno acto indecoroso. No fue la situación lo que me hizo reconsiderar el futuro de esa relación, sino el hecho de que el sujeto en cuestión tenía 32 años y aún vivía con su madre. Además, su comportamiento infantil y dependiente de ella cuando nos descubrieron, me hizo pensar que tal vez el día de su nacimiento olvidaron cortar el cordón umbilical. No me sorprendería si aún tomara leche materna directamente del seno de su madre.

A ver, que no quiero sonar exigente ni juzgar a los demás, pero después de haber salido con un hombre como Mateo, es difícil encontrar a alguien que cumpla con mis estándares. 

Con Raúl, mi tercera cita fallida, tuve algunos encuentros más. Y follamos, sí que follamos. Era encantador. Siempre con un tono de voz suave, pasivo y muy misterioso, hasta que un día, del bolsillo de su pantalón salió a la luz el gran secreto que ocultaba... Un anillo de compromiso. El hijo de la gran p#*&? se casaba en tres meses.

Me sentí sucia, decepcionada de mí misma, aunque en realidad yo también había sido víctima de su mentira, pero sobre todo, me sentí dolida porque, durante un tiempo, yo también fui esa chica a la que Raúl estaba engañando. Diez meses atrás yo era esa chica, solo que Raúl...  era Mateo.

Cartas a mis exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora