• CAPÍTULO 5 • EL REENCUENTRO

57 5 0
                                    

El primer día del nuevo año cayó en sábado y mi celular no dejaba de sonar con mensajes en cadena de conocidos y desconocidos que me deseaban lo mejor para el año que entraba

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El primer día del nuevo año cayó en sábado y mi celular no dejaba de sonar con mensajes en cadena de conocidos y desconocidos que me deseaban lo mejor para el año que entraba. Mientras tanto, yo revisaba el chat con Mateo cada dos segundos en busca de... en realidad no sé qué era lo que buscaba.

Éramos Tequila, yo y la espera de algo que no sabíamos qué era. Todo esto sin saber que, el destino o el karma ya habían empezado a unir sus hilos después de mi gran hazaña de invocar al pasado, como quien invoca todos los demonios del más allá.

Después de una videollamada con Andrea y Hugo en la que me enseñaban las hermosas calles de París me hicieron entender que, en realidad, no era como lo veíamos en redes sociales.

«Hacer un picnic bajo la Torre Eiffel no es tan fácil como dicen. Nadie te dice que hay ratas del tamaño de una suricata que te roban la comida y te acosan durante todo el rato. Aparte está lleno de personas que hacen que tu foto sea todo menos Instagramer».

Conociendo a mi amiga, probablemente estaba exagerando. Ella suele ser de las que convierte una gota de agua en una marejada ciclónica.

Me despedí de ella sin hacerle mención de lo que había hecho. En mi defensa, no quería arruinar su viaje y que tomara un vuelo de retorno solo para darme una sacudida y tres bofetadas. Aún necesitaba planear cómo iba decírselo.

Cuando colgamos, una llamada de mi madre entró, pero no contesté. Lancé el celular en un área cualquiera de la cama y me cubrí con las sábanas hasta que me quedé dormida.

Desperté pasadas las nueve del día siguiente. Me preparé unas tostadas y mi respectiva taza de café con leche. Después de dos días sin conocer lo que era el aseo personal, decidí darme un baño y ponerme algo de ropa decente.

Me vestí para hacer lo que había hecho sin falta cada domingo desde hacía dos años: tomar un libro de menos de cien páginas y sentarme a leer en mi parque favorito, de donde no me iba hasta haberlo terminado por completo

El día estaba frío, tanto que mis manos apenas lo soportaban. A pesar de que el sol brillaba, la brisa fría seguía golpeando mi rostro sin piedad. La lectura se estaba haciendo un poco difícil, pero no me permitía retirarme sin antes haber terminado el libro.

El problema de invocar a los demonios del pasado es que pueden aparecer como fantasmas en el día y el momento que menos lo esperas, y ese fue precisamente mi caso.

-Hay algunas cosas que no cambian...

Conocía esa voz más de lo que habría deseado, o más de lo que mi corazón habría deseado, ya que al escucharla se sobresaltó en busca de una salida por la cual pudiera huir a tiempo.

-...Como por ejemplo esa mueca que haces con tu boca cuando un libro te hace cuestionar hasta tu propia existencia. Y, por supuesto, también la costumbre de leer en este parque cada domingo hasta terminar por completo el libro que tengas entre manos.

Cartas a mis exDonde viven las historias. Descúbrelo ahora