Capítulo Uno

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Erase una vez, en un antiguo lugar llamado "Preußen" en su idioma, "Prusia" en español, un niño de poco más de siete de años quien corría alegre, seguido por su padre, que iba de forma más tranquila detrás de él.

—¡Papá! Ven ¡Ven!— gritó el niño corriendo.

—Ah, ¡Ya voy Chile!— dijo el prusiano siguiendo al niño.

—¿Podemos comer Kuchen?— preguntó el niño señalando estas tartas nombradas.

—Eh, ¿No prefieres que te haga una? Y, si quieres, te enseño a hacer.— le respondió

—oh... ¡Me parece fabuloso!—dijo alegre mirando su padre.

El prusiano se alegro al ver la sonrisa de su hijo, mientras su hijo sea feliz, él lo sería.

—Papá... Me siento solo, ¿Podrían venir unos amigos?— preguntó Chile, ahora ya no tan niño, teniendo en ese momento doce años.

—Ah claro, ¿Cómo se llaman?— dijo el padre.

—¡Perú y Argentina!— Respondió hablando rapido, ansioso por el después.

—Bien, ¿Cuando vendrían?—Preguntó con calma.

—¿Qué hora es?— Chile buscó algún reloj.— A las 3 de la tarde.— dijo.

—Pero son la-— dijo Prusia interrumpido por el sonido de una puerta abriéndose.

Chile sonrió viendo a sus amigos, el prusiano sonrió porque mientras su hijo sea feliz, él lo sería.

—Chile, oh, Chile, ¿Por qué no estás estudiando o practicando? Puedes divertirte, sí, sí puedes, pero debes practicar y estudiar más.— Exclamó con gestos dramáticos.

—Ah... ¡Jaja! Prusia estás un tanto exagerado.—dijo riendo.

—¡No!— gritó molesto.

—Ah ¿Qué-Qué pasó?— preguntó con miedo.

—No me llames Prusia, será mi nombre, pero tu eres mi hijo, llamame padre o papá si quieres, es una falta de respeto hacia mi persona.— Aclaró serio.

—Ay, perdone, padre, yo... iré a estudiar.— dijo nervioso.

El joven de dieciséis disfrutaba de su tiempo libre, aunque tenía que estudiar, por ello "adaptó" su horario, haciendo menos estudio.

El chileno se encontraba de viaje a Prusia, porque había recibido la noticia que su hermano básicamente existía, cosa que antes no pasaba.

Vio al niño sonreir al verlo, se acercó un poco más a él, se miraban fijamente como competencia de miradas, o por lo menos para Chile.

—Oh... ¡Te gané!— exclamó disfrutando de su extraña victoria de una competencia ni si quiera declarada; igual, era Chile, siendo él mismo.

—Chile, ¿No crees que tu hermano se pueda asustar por tus gritos?— Prusia observó su cara confundida.— No grites, silencio.

Quedaron en un corto silencio interrumpido por la risa de los más jóvenes. El prusiano también rió porque, si sus hijos son felices, él lo sería.

Y entre las risas, Chile recordó que "si una nación tiene descendencia pronto será su caída, pronto no estaría con vida.."

El chileno sabía bien que comúnmente los países jóvenes ven la muerte de sus padres, pero no podía hacer nada, quisiera o no, a todos la muerte llegaría. Ese día se acercaba lentamente, su hermano a penas tenía doce, aun era muy pequeño para tomar un reino.

—¿Padre?— el alemán lo miró con miedo y preocupación.

—Creo que es mejor no hablarle ahora...— recomendó su hermano.

Aquella fecha parecía acercarse hasta que sucedió. La noche era oscuro y fría, con pocas energías Prusia les habló a sus hijos, más que nada, explicando que los quería y que se cuiden entre sí, ellos escucharon en silencio.

A la mañana siguiente... Prusia había muerto. En esa fecha, el Imperio Alemán ya tenía catorce años, a pesar de ser aún joven, la corona estaría en sus manos.

—Buena suerte, hermanito...

Los viajes que hacía Chile eran constantes pero con la misma razón, estar con su padre, pero él al haber fallecido, el chileno empezó a viajar menos, y era más común verlo en su país.

Luego de la muerte de su hermano, conoció a su descendiente, el mismísimo Tercer Reich —o Third para los amigos—, pero este desapareció unos pocos años después, pero también dejándole a cargo a, su hijo, Alemania.

—¿Por qué me ayudas?— preguntó el alemán.

—Porque la familia se ayuda... ¿Pasó algo, para que preguntes eso?

—No, sólo... curiosidad.— respondió un poco indeciso de su respuesta.

—¡Oh! Llegaré tarde... vuelvo a las dos, ¡Chao!— dijo tomando un maletín y luego abriendo la puerta.

Alemania, en el mismo momento que la puerta se cerró, susurró "Ja, sie haben mich einen Narren genannt und mich geschlagen, aber keine Sorge, es ist nichts". Chile no escuchó pero, esa era la idea finalmente... aunque ojala lo hubiera hecho, pues Alemania dijo que recibía un mal trato.

𝙴𝚒𝚗 𝚅𝚎𝚛𝚜𝚙𝚛𝚎𝚌𝚑𝚎𝚗 - 𝙲𝚑𝚒𝚕𝚎 𝚌𝚘𝚞𝚗𝚝𝚛𝚢𝚑𝚞𝚖𝚊𝚗𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora