───prólogo.

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AQUELLA NOCHE TURBIA DEL AÑO 1874, donde hubo aquel desastre en aquella majestuosa opera de París; siempre sería recordada por los asistentes a aquella obra. Dejando en ellos un gran sin sabor en la boca.

Dicha noche abarcó tantas cosas oscuras, que generó un trauma general en los espectadores. Pero más en las personas que lo vivieron en carne propia.

Quizá el rencor, y la desconfianza, fueron algunas de las cenizas que quedaron ante los recuerdos. Corazones y almas totalmente rotas; al igual que la muerte.

Christine había tomado una decisión, de la que ya no podía arrepentirse. Erik, aceptó con la tristeza más profunda que debía dejarla ir. Porque al fin y al cabo no era amor verdadero, era simplemente una maldita obsesión y ya. No era más que eso.

Todo aquello lo comprobó cuando la joven de ojos color avellana le dio un tierno beso.

Sin embargo, el tiempo fue pasando, aquella noche se quedó en el olvido, y la ópera empezó a florecer de nuevo. Consigo, todo volvió a su normalidad. Y él también volvió. Con su misma exigencia que antes, pero esta vez, se estaba cumpliendo al pie de la letra para evitar otro accidente más. Aunque, muchos creían que era mentira.

Irónico, ¿no?

En fin, es importante centrarnos en alguien muy importante para esta historia: una jovencita de tan solo dieciocho años —recién cumplidos—, cabellos oscuros, ojos azules, piel de porcelana, y un singular corazón roto producto de una gran partida.

Esta chica, antes huérfana de padre. Estaba negando a convertirse en huérfana totalmente, pues su madre había muerto de una enfermedad tan extraña que ella misma ni sé explicaba cómo fue. Tan solo recuerda, haber visto cómo su cabello se caída por pedazos, como la sangre llegaba a ser la protagonista en episodios de vómito, y como se debilitaba día a día.

Esta jovencita caminaba por las calles de la ciudad de París, buscando una particular vivienda. Necesitaba encontrar a esa persona con la cual tiene un lazo familiar, pues esta era su única esperanza.

Llegó a una hermosa casa, parecía mejor dicho una mansión. Se acercó a la puerta, limpió sus lágrimas, y simplemente dio unos cuantos toques.

Esperó, su piel estaba recibiendo el impacto del frío de aquel invierno; pues justamente este había azotado al mes de enero con temperatura más bajas que el mes anterior.

Una figura femenina, la cual daba una apariencia a ser unos años mayor que la adolescente, fue quien abrió la puerta.

—¿Hola?

—¿Tú... Tú eres Christine Daaé?— preguntó aquella niña, con la voz algo temblorosa.

Aquella castaña, cuyo ceño se frunció al escuchar el nombre, asintió.

THE MUSIC OF THE NIGHT | Fantasma de la óperaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora