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La lluvia golpeaba con violencia el ventanal de la cafetería. El olor a café recién triturado inundaba el ambiente, y las mesas se encontraban repletas de estudiantes que contaban con computadoras cargándose y grandes apuntes.
Jasper Hale agradeció a todo lo que es bueno el hecho de que su primer encuentro fuera en ese lugar. El olor a café tapaba gran parte del olor a sangre humana. Aunque, aún podía oír con claridad el sonido de todos esos corazones latiendo sangre, en esos minutos de espera, sus instintos depredadores habían salido a la luz sin su consentimiento. Ya había contado la gran cantidad de personas que había en el lugar, ya sabía el punto exacto que necesitaría morder para que la sangre saliera con fluidez, ya había escuchado todas sus conversaciones, sabía de dónde eran, sus nombres, sabía hasta dónde se irían luego.
Unas risitas interrumpieron sus oscuros pensamientos. Sus ojos se dirigieron rápidamente hasta el otro lado de la habitación. Un grupo de tres chicas, no parecían de más de diecisiete años. Vestían un uniforme escolar y tenían las mejillas sonrojadas por el frío.
"Mejillas sonrojadas"
"Mejillas sonrojadas a causa de la sangre"
Sus pensamientos no lo ayudaban en lo más mínimo. No podía evitar imaginarse cómo sería clavar sus dientes en ese punto exacto de su cuello. En esa vena que palpitaba llamándolo para que se alimentara. Se imaginó los gritos de horror, las súplicas y llantos. El placer de alimentarse con sangre humana, sangre real.
Si bien la sangre animal con la que intentaba saciarse lo calmaba por algún tiempo, no era suficiente. No se comparaba en lo más mínimo a la explosión que sentía en su interior al sentir sus colmillos atravesar la suave carne de un cuello tibio. Cómo el caliente líquido carmesí salía con fuerza, llenándolo de satisfacción.
Sintió nerviosismo de la nada. En ese momento se dio cuenta de que seguía mirando a las jóvenes fijamente. No sentía ninguna incomodidad proveniente de ellas, solo nerviosismo con un toque de deseo.
