¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El aire se sentía frío y húmedo contra sus mejillas. Música tranquila sonaba a bajo volumen en sus auriculares, el cable se extendía dentro de su suéter, hasta alcanzar el interior de su bolso, donde escondía su teléfono de los rápidos y peligrosos dedos de los habitantes de Nueva York.
Aurora alzó la mirada al cielo, se mostraba nublado y oscuro. Suspiró, sintiendo la fría humedad en el aire, la cual anunciaba que dentro de poco podría comenzar a llover. No queriendo quedar atrapada bajo una posible tormenta, la chica apresuró su paso.
Se detuvo frente a un semáforo en rojo, estremeciéndose levemente cuando una corriente de aire frío golpeó sus piernas, las cuales simplemente habían sido cubiertas con unas largas medias negras. Golpeó repetidamente el tacón de sus Mary Janes contra el húmedo pavimento, queriendo que el semáforo cambiara de una vez.
Su mente se desviaba hacia el recuerdo de su chico de oro. El cómo se le formaban unos hermosos hoyuelos cuando reía, su increíblemente atractivo acento sureño, su elegante forma de coquetear. De tan solo recordarlo, sus mejillas comenzaban a calentarse. Aguantando una sonrisa, Aurora comenzó a golpear su tacón en el suelo con más velocidad.
La chica exhaló agradecida cuando el semáforo por fin pasó de rojo a verde, y comenzó a caminar a toda velocidad a través de la senda peatonal.
Sus manos se encontraban escondidas en los bolsillos de su abrigo mientras repetía en su memoria una y otra vez el sonido de la risa de Jasper. Se llegó a preguntar si no se había abrigado de más con esa bufanda, porque ya comenzaba a acalorarse.
Se sentía estúpida. Se sonrojaba sin control, sonrisas se extendían por sus mejillas sin su permiso, y dejaba salir risitas agudas y tontas sin querer. Todo eso por la simple mención del chico rubio. Aurora no pudo evitar preguntarse si Eros realmente le había lanzado una flecha.
Los pensamientos de la chica fueron interrumpidos por unas brillantes luces rojas y azules, policías. Estacionados justo en la esquina donde se encontraba la entrada al metro. La chica notó también la presencia de dos camiones de bomberos y una ambulancia. Algunas personas curiosas se acercaban a mirar.
