La hora del almuerzo del día siguiente llega con la velocidad de Hinata. Junichi espera a Sugawara en la puerta del comedor, como prometió que haría si el peliplata no estaba ya ahí, y va pensando en lo que comerá. Tiene dinero suficiente como para comprar la hamburguesa que sirven hoy con todos los complementos y un brownie de chocolate caliente, y le puede sobrar para un agua. Incluso, se arriesga, hasta para una CocaCola. El saludo del vicecapitán del equipo le saca de su ensoñación.
—¡Shimizu!
La sonrisa de Sugawara es grande y sincera, quiere creer Junichi. Hace que sienta calor en el pecho y unas ganas tremendas de abrazarle.
—Sugawara-san, buenos días.
La formalidad es parte del caracter de Junichi. Su hermana ya le ha dicho que debe dejar de lado esa formalidad de oficinista tan suya, porque le puede costar un par de amigos; él siempre le dice que no se preocupe, que más vale solo que mal acompañado. La verdad es que tampoco quiere quedarse solo, pero prefiere eso a estar con gente que le corrige cada dos por tres.
—Puedes llamarme Suga, no hace falta que seas tan rígido.
Junichi sabe que algún día tanta formalidad le vendrá bien.
—¿Tienes la comida o la comprarás ahora?
—Tengo que comprarla. Hoy es día de hamburguesa y brownie y no me lo quería perder por nada del mundo —contesta el pelinegro, sonriendo un poco y arrugando los ojos.
La ternura se refleja en el rostro de Sugawara, que le mira con un sonrisa suave dibujada en los labios. Él le agarra la mano y le arrastra al interior del comedor, ansioso por comer y esperando con ganas el hablar con Junichi. Le parece alguien interesante, además de bonito.
La fila para pedir la comida es inmensa; no le parece extraño a ninguno de los dos, las hamburguesas que sirven estan buenísimas. Tardan cinco minutos en llegar al punto de pedido, y otros diez en llegar al de recogida.
Pero huele que alimenta.
Junichi decide que la mesa de la esquina con el ventanal es la buena, más por la ventana y porque está alejada que por cualquier otra cosa. El resto de mesas las ocupan los de rugby y football americano y las animadoras o están demasiado cerca de esas mesas. Y no son pocos, a decir verdad; tres mesas se las quedan, como mínimo.
La paz de estar a solas con Sugawara le dura unos quince minutos; están llenos de preguntas y chistes malos, pero parece que el acompañante del pelinegro los disfruta. Cuando quiere darse cuenta, su cita-no-cita se ve interrumpida por una cabellera naranja que se mueve a la velocidad de la luz. Y los ubica a la velocidad de la luz. Detrás, su siempre fiel acompañante le sigue de cerca. No mucho, pero al menos aún le distingue entre tanta gente. Y no es que a Junichi le caigan mal Hinata o Kageyama, tan sólo quería pasar el rato con Sugawara a solas.
Si a Junichi le gusta alguien, lo demuestra.
—¡Shimizu-kun! Tobs y yo vinimos a hacer compañía, ¿está bien?
Pero como Junichi es un pelín lento, Sugawara se le adelanta y les invita a sentarse. El pelinegro no va a negar que Suga es un amor de persona, pero ahora no es el momento de ser amable, joder.
La cara de Junichi tiene que ser un cuadro, porque los tres chicos le miran divertidos. Si eso le molesta, nunca se sabrá. Aún así, el almuerzo no se arruina como Jun pensó que lo haría. Se lo pasa bien, e incluso intercambia número con los dos chicos. Le caen muy bien a pesar de haberle machacado los planes, y como no tenía sus contactos guardados le viene de perlas.
Son buena gente.
Cuando suena el timbre, Sugawara se despide con una sonrisa casi tan brillante como la que le ha regalado al encontrarse antes, y se aleja agitando la mano. Hinata y Kageyama han desaparecido junto a él.
—Bombastic side eye.
—Criminal, offensive side eye.
—¡Me cago en vuestra puta madre! Joder, casi me dais un paro cardíaco, maricones.
Tōru y Satoru ríen, diciendo que si es un poco más obvio Sugawara acabará por echar flores en la cabeza, y se lo llevan a rastras hasta la clase del brazo. Maldito el día en que se consiguió amigos como estos dos, que ganas de matarse.
Aunque bueno, compartir historia japonesa con Furuya Tōru y Hasegawa Satoru no es aburrido. Un par de avisos de la profesora y las risas cómplices de ese par, y ya están fuera de la clase con la profesora y una nota en la agenda.
Malditas agendas escolares; se dice Junichi; voy a quemar a quien las inventó.
El resto de clases son igual e incluso más estupefacientes que la de historia japonesa, y por poco no cae redondo en el pupitre. Una sola clase más y revienta, eso seguro.
El timbre suena, y Junichi nunca ha estado más emocionado por irse a su club como ahora. Tiene un montón de ideas geniales y no las piensa desperdiciar.
El partido de entrenamiento contra el Nekoma será muy divertido.
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genesis ft. sugawara koushi
Fanfic(05/04/23) Shimizu Junichi es alguien... duro de roer. Cuando Kiyoko le invita a acompañarla al club de volleyball porque cree que desconectar un poco le vendrá bien, Junichi se fija en un chico de cabellos plateados y mirada castaña. Y él se fija e...