O3 || Advice

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—Jun.

Kiyoko no entiende a su hermano. Tal vez sea porque es hombre y su mente es tan simple que cuesta comprenderla, o porque Junichi tiene siempre esa mirada de cabra y no se sabe lo que piensa. Da un poco de miedo, a decir verdad. Pero de todas formas, eso no es razón suficiente para lo que Kiyoko está viendo.

Junichi, aún con la muleta y la rodillera, ha decidido que intentar volver a hacer un saque es buena idea. Por supuesto, no da ni una y cada vez que se mueve le cruje la rodilla -mala señal-, pero la rabia que le da no poder hacer algo que le gusta es peor que tener que pasar por otra operación de rodilla.

Y eso, Kiyoko lo sabe.

—Jun.

Vuelve a intentarlo, fracasando de nuevo, porque moverse con la jodida muleta es un suplicio.

—¡Junichi!

Él deja de lanzar la pelota contra la pared, y mira a su hermana. Tiene los ojos cristalizados y un semblante de lo más triste.

—Estoy cansado de esta porquería. ¿Por qué no puedo seguir con el volley?

Kiyoko ve como, poco a poco, una lágrima traicionera se desliza por la mejilla de su hermano. Ella suspira, caminando hasta él y dándole un abrazo bien fuerte.

—No lo sé, Jun. No lo sé.

—Si tan sólo ese día me hubiese quedado un rato más en casa de Satoru, seguiría pudiendo jugar.

Kiyoko aprieta más el abrazo, acariciándole la espalda y dejando que se quede ahí un rato más, hasta que logre calmarse un poco. Le duele en el alma ver cómo Junichi se desvive por la rehabilitación; para poder volver a llevar una vida normal. Le duele en el alma ver como todo ese esfuerzo no sirve para nada.

Un par de meses atrás, Junichi se quedó en casa de Satoru para acabar de darle unos últimos retoques a un proyecto de la escuela. Eran poco más de las siete de la tarde cuando Junichi salió de su casa y se fue en su moto; un coche se saltó un semáforo y se lo llevó por delante.

Cinco minutos más en casa de Satoru y tal vez Junichi podría seguir con su vida normal.

—Preocúpate por la rehabilitación y no te fuerces demasiado, por favor.

—Vale.

Mientras se separan del abrazo de oso en el que Kiyoko ha atrapado a Junichi, él se seca las lágrimas y le sonríe a su hermana.

—No sé qué haría sin ti, Yoko.

—¿Morirte porque no te sabes cuidar?

—Tal vez —Junichi ríe suave, enseñando un poco los dientes y cerrando los ojos.

—Este sábado es el partido contra el Nekoma.

—Sí... Espero que no la pifien como en los entrenamientos.

Kiyoko le ríe la broma, colocándose un mechón de cabello rebelde detrás de la oreja y agarrando a su hermano de la muñeca.

—Entremos a casa, anda.

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Sugawara esta un poco nervioso. Este será el primer partido que jugará con Junichi, con la formación con la que tanto se han esforzado. Si la jugada les sale bien desde el principio, el Nekoma será incapaz de ganarles.

Pero Koushi no está nervioso por el partido; ha jugado los suficientes como para saber que los nervios no cambian a mejor el rumbo de un partido. Está nervioso porque Junichi estará ahí. No en el banquillo, no junto al entrenador; en las gradas. Animándoles como un espectador más.

Eso, tal vez, debería hacer que se relaje un poco, pero consigue el efecto contrario. ¿Alguien que le da mariposas viéndole jugar desde un lugar tan ideal? De tan sólo pensarlo le dan arcadas, y Daichi se lo nota enseguida.

—Oe Suga, no te preocupes tanto. Mándale un beso desde la cancha y verás que el que acaba desmayado será él.

Parece que Sawamura se esté burlando de Sugawara. Tal vez lo está haciendo, si el tono jocoso y el hincapié en el "tanto" significan algo. Y tal vez lo está haciendo cuando se ríe en su cara y le da un par de palmaditas en el hombro.

—Enserio Suga, no será para tanto.

Koushi suspira, rendido y con el corazón en la boca del estómago. Daichi tiene razón; torturarse y ponerse nervioso él sólo no servirá de nada en el partido.

Al menos espera que Junichi no le diga nada raro antes de empezar.

genesis ft. sugawara koushiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora