Capítulo 3

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Arllette Green

Como siempre, el retorno a la universidad es un día con bastante revuelo.

Escuchas quejas sobre lo cortas que fueron las vacaciones.

Chismes sobre amoríos que en su mayoría salieron mal.

Estudiantes haciendo planes para salir y celebrar por reencontrarse. Una excusa para salir a beber.

Y en algunos casos, como fue en el nuestro, llegan estudiantes de intercambio.

El recién llegado resulto ser alguien bastante carismático, tanto así, que la profesora de idiomas no le llamó la atención por llegar tarde. Que irresponsable.

Llegó tarde por tu culpa.

Le cayó bien a todos en nuestra carrera. Y cuando digo todos, es TODOS, hasta la chica de los audífonos habló con él y ella nunca habla con alguien del salón a menos que sea estrictamente necesario.

Los rumores sobre el chico nuevo, guapo, inteligente y carismático de segundo de filología se están esparciendo como pólvora.

Creí que los tipos así solo existían en los libros que lee Agatha.

Si resulta también ser millonario, declararé a los cuatro vientos lo injusta que es la vida.

Trato de sacarlo de mi cabeza, lo cual es tarea difícil cuando está justo a mi lado hablando enérgicamente.

—Y es por eso que nunca jamás iré a la playa —Concluyó el castaño, cruzando los brazos y haciendo un puchero.

¿Cuántos años cree que tiene? ¿Cinco?

—Ah... —Aparté la mirada, incomoda.

No presté atención.

Miro por la ventana del transporte público y al ver que ya mi destino se acerca, me coloco de pie para pulsar el timbre. Alguien más lo ha pulsado antes de poder hacerlo yo.

—¿Qué haces? —Frunzo el ceño, mirando a mi nuevo compañero de clases.

—Pido la parada —Sonríe, mirándome como si mi pregunta fuese de lo más ridícula—. Me quedo aquí.

El transporte se detiene y me obligo a dejar de mirar con confusión al chico.

Agarro con fuerza mi patineta y bajo del transporte, seguida por el moreno.

Disipar mi incomodidad es complicado al escuchar los pasos del chico, siguiéndome.

¿Cómo es que vive en la misma zona que yo? Nunca lo he visto por estos lados, de haberlo visto no lo hubiese olvidado.

No me esta... siguiendo, ¿verdad?

Al ver que faltaban apenas unos escasos veinte metros para llegar a mi casa, pienso que debo enfrentarme a este tipo.

—¿Serías tan amable de dejar seguirme? —Me doy la vuelta abruptamente, haciendo que su cuerpo se chocara con el mío—. No sé si eres un acosador o un detective —Me sobo la nariz por el impacto que tuve con el nuevo—, pero sea cual sea el caso, me irrita tener a un perro faldero.

—Tienes una imaginación interesante, señorita skater —La diversión se marca en el rostro de mi acompañante—. Siento decepcionarte, pero la verdad es que vivo en esta casa —Señala con su dedo la casa que tenemos justo al frente. Casa que está justo al lado de la mía.

Tenía tiempo sin sentirme tan estúpida y avergonzada. Este chico ha conseguido en un segundo que sintiera ambas emociones.

—Es imposible, no te había visto hasta hoy —Me aferro a la idea de que me esté haciendo una mala broma.

Los Hijos del AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora