Capítulo 8

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Arllette Green

De todos los malditos restaurantes de comida china que hay, tienen que venir justo a este.

Culpa de Dorian.

Dorian el causante de nuestras desgracias.

Estoy empezando a amar esa frase.

Dorian debe de darse cuenta que algo va mal porque me mira con el ceño fruncido y hace ademan de darse la vuelta para ver lo que me ha dejado tan preocupada.

—¡Dorian! —Le llamo, captando su atención y deteniéndose a medio camino de dar la vuelta.

Al ver que no digo nada, Dorian enarca las cejas, pero pronto dibuja una mueca de diversión en su rostro.

—¿Puedo decir oficialmente que has enloquecido? —Dice burlón y apoya su rostro en la palma de su mano.

—¿Quizás? —Digo más nerviosa de lo que debería sin dejar de echar miraditas por encima del hombro del moreno—. ¿No dijiste que tenías un interrogatorio? Suelta la bomba —Opto por usar mi método de escape: distracción.

—Admito que tenía una extensa lista de cosas por preguntarte —Se encoge de hombros—. Das vibras de ser chica misteriosa, como... ¿Una chica mala? —Insinúa, conteniendo una sonrisa.

—Siento decepcionarte —Ruedo los ojos, divertida—, pero no creo que cumpla las expectativas de "chica mala" —Enfatizo, haciendo las comillas con mis dedos.

—Pues veamos —Extiende una mano en mi dirección—, no tienes amigos en la facultad —Enumera, mostrando un dedo—, tienes cara de querer matar a alguien o querer matarte, lo que suceda primero —Muestra un segundo dedo.

—Yo no tengo esa cara —Enarco una ceja y arrugo la nariz.

La mesera, ¿Kate se llamaba?, llega con el vino y un par de copas, yo le agradezco asintiendo con la cabeza. Hecho eso, se va a paso rápido.

¿Todavía no va a pedir la orden?

En un restaurante caro, no sabemos cómo funcionan las cosas.

—Claro que la tienes —Dice de manera acusadora—. La mayoría del tiempo tu cara da miedo, aunque a mí en lo personal me encanta.

—Usas cada oportunidad que tienes para coquetear conmigo, ¿no? —Lo miro desafiante.

—No puedo desperdiciar ninguna. Además, es inevitable no querer llenarte de halagos —Me guiña un ojo haciendo que yo ruede los ojos—. Bien, sigo con mi enumeración del porqué eres una chica mala —Sonríe, risueño—. Utilizas ropa oscura y de cuero cuando vas a la uni, ya sabes, botas, guantes, mallas y accesorios de esos que, con solo verlos, me da calor –calor del bueno, no malpensemos las cosas–, no sé cómo haces —Tercer dedo—. Y ese delineado que te haces, uf, es muy emo de tu parte.

—¿Qué soy entonces? —Pregunto, soltando una corta carcajada— ¿Chica mala o emo?

—Ew —Arruga la nariz—, lo de emo no va contigo. No tengo nada en contra de los emo, eh, pero soy más feliz imaginando que eres una chica mala —Esconde la mano con la que había estado enumerando y me mira con una seriedad un tanto fingida—. Ya confiesa, formas parte de una mafia, a que sí.

Le dedico una mirada de estás loco antes de soltar una carcajada.

Noto unas cuantas miradas clavándose en nosotros, pero justo ahora eso no parece importarme.

—¿Qué? —Pregunto en medio de mi risa—. Tus escenarios ficticios son peores que los de mis hermanitas.

Reduzco mi risa y veo que Dorian me ve con una sonrisa.

Los Hijos del AsesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora