Capítulo 08

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Wednesday

Aquella mañana no me despertó el sonido del despertador, sino el de la ducha. Abrí mis ojos abruptamente cuando comencé a asustarme, pero después, cuando medité y recordé que Enid estaba en mi departamento, me tranquilicé.

Sonreí levemente y respiré hondo, sintiéndome extrañamente feliz. Por la noche habíamos cenado con tranquilidad, hablando de temas triviales y volviendo al tema de los masajes terapéuticos que ella estaba empeñada en darme. Después, insistió en fregar los platos a pesar de que me negué varias veces y, finalmente, cuando comencé a notar que me invadía el sueño, me retiré a mi habitación.

Supe que Enid hizo lo mismo que yo diez minutos más tarde, porque aquella noche me costó mucho dormir, y eso se debía a la emoción que me causaba tenerla en mi departamento.

Me desperecé lentamente y miré el reloj que se encontraba en mi mesita de noche. Eran las nueve y diez de la mañana, y yo normalmente solía levantarme a las nueve para tener tiempo de desayunar, de vestirme y de salir hacia el hospital. No obstante, aquella mañana me levanté antes y me dirigí a la cocina para preparar el desayuno.

Estaba nerviosa y no sabía el porqué; tal vez se debía a que jamás había vivido con ninguna persona que no fuera mi madre ni que me gustara tanto como Enid. Mis pensamientos se dispersaron en cuanto escuché que la puerta del cuarto de baño se abría, y no pude evitar sonreír cuando la vi aparecer con el cabello húmedo.

—Buenos días. —la saludé, aunque me supo mal que me viera en pijama. No obstante, pareció no darse cuenta.

—¡Buenos días, Wend! Pensaba que aún estarías dormida.

—Hace diez minutos lo estaba.

—¿Te he despertado? ¿he hecho mucho ruido? —me preguntó preocupada.

—No, no importa, dormir diez minutos más o diez minutos menos no me va a cambiar la vida —le quité importancia al asunto—. ¿Qué te gustaría desayunar?

—Pues… con un vaso de leche y con unas cuantas galletas tengo suficiente, pero no te molestes, puedo preparármelo yo.

—Enid, ¿vamos a estar siempre igual? —Frunció el ceño, y supuse que no me entendía—. Sí siempre estaremos con el “no te molestes, ahora lo hago yo.” Podemos turnarnos para hacer las comidas y para fregar los platos, así tardaremos menos que discutiendo a ver quién hace qué.

—Me parece estupendo, pero como hoy vas a preparar tú el desayuno, yo haré la comida.

—Genial, asunto arreglado.

Ella se sentó en la pequeña mesa de la cocina y me observó mientras yo preparaba nuestros vasos de leche. Las galletas y las magdalenas ya estaban en la mesa, por lo que tomó una de las últimas y le dio un mordisco.

—Una pregunta, ¿anoche te despertaste a eso de las… dos? —Carraspeé y, sin mirarla, asentí en silencio—. ¿No podías dormir?

—No es eso es que… tengo que despertarme cada dos o tres horas para cambiar de postura y si no lo hago, se me agarrotan los músculos o incluso pueden salirme úlceras.

—Oh… —musitó ella con sorpresa—. Había oído algo así en el hospital, pero creía que eso de cambiar de postura sólo tenían que hacerlo las personas paralíticas.

—Las parapléjicas también, es una idiotez, pero debo hacerlo cada noche.

—Y… ¿para eso no necesitarías ayuda?

—Supongo que sí. —me encogí de hombros, y a continuación llevé el vaso de leche de Enid y el mío hasta la mesa—. Pero puedo hacerlo sola, llevo haciéndolo cuatro años, y nunca he tenido ningún problema.

Entonces Ella Baila [Wenclair G!P] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora