Una moto se detuvo en una esquina y de ella descendió un muchacho más bajito que yo, de ojos verde oliva y cabello castaño claro como el sol, que caía desordenado sobre su frente y permanecía ausente hacia los costados en un perfecto rapado lateral. Llevaba puesta una campera azul acolchonada y unos pantalones deportivos del mismo color. Como la prenda mayor iba desprendida, se podía observar que portaba la camiseta de la selección argentina; la de Messi, ya que Jesús era fanático de este futbolista. En su cuello bailaba un rosario con cada movimiento que daba al acercarse a mí. En su oreja derecha lucía un arito con forma de argolla. Por último, había que sumar el detalle de una mochila térmica roja y celeste. Sí, trabajaba en un servicio de delivery. Con su vehículo transitaba territorios de la ciudad, tanto de día como de noche, para ganarse, como él decía, unos mangos4.
—¡Qué fachero5 que estás! —expresó al llegar a mi posición.
—No creo que me dijeras que soy fachero si me vieras con el hanfu6 que me hizo la abuela para el último año nuevo —arremetí mientras me lamentaba por haber desbloqueado un vergonzoso recuerdo.
—¡Qué decís! Si todo te queda bien, pá.
A veces, Jesús me tiraba halagos que nunca le pedía. Pero pronto comprendí que era más propio de su personalidad que de su falta de respeto. No estoy muy acostumbrado a tratar con personas que tienen su forma de ser. Sin embargo, me adapté rápido a su presencia. No me quedaba otra opción.
Me acerqué a la parte trasera de la moto con la intención de subirme. Antes, colgué la caja térmica sobre mis hombros. Cuando íbamos de a dos me tocaba llevarla a mí, por obvias razones. Acto seguido, se sacó el casco y atinó a colocarlo en mi cabeza. Lo detuve porque siempre hacía lo mismo: me lo cedía, aunque él quedara desprotegido. No me gustaba mucho esa imagen que se formaba con frecuencia en mi cabeza: la de un Jesús en peligro.
—Usalo vos —expresé, en un intento por sonar lo más autoritario posible.
—¿Estás loco? ¿Cómo le explico a tu abuela si te llega a pasar algo? No sé chino.
—Ella habla español, Jesús. —Puse una mirada en blanco.
—Tampoco sé español. No me iba muy bien en el colegio.
Desde que lo conocí, nunca me pareció que fuera un burro, como él mismo se definía. Locuras lingüísticas como esas lo tornaban un sujeto simpático, no lo podía negar. Dejé que me colocara el casco y nos preparamos para partir.
Recuerdo que, a primera vista, Jesús me pareció un chico un tanto exótico. Él era argentino; y yo, argentino descendiente de chinos. A él le gustaba el asado; y a mí, el charsiu7. A él le gustaba el fútbol, y a mí no me interesaba para nada. Él era un año mayor que yo, aunque yo lo sobrepasaba en un notable par de centímetros. Él era como la cara oculta de la luna; y yo, un astronauta solitario descubriendo territorios inexplorados. Nosotros no pegábamos ni con plasticola. Aun así, nos encontramos en circunstancias insólitas y el destino quiso que formáramos el dúo «argenchino», como él mismo nos bautizó:
—Puede sonar a nombre de supermercado, pero para nosotros dos tiene un significado especial, sabelo.
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4. Mango: expresión coloquial que, en Argentina, significa peso, nombre de la moneda local oficial.
5. Fachero: expresión coloquial que, en Argentina, se usa para referirse a una persona que viste de forma elegante y moderna.
6. El hanfu es una vestimenta tradicional china.
7. El char siu es una especie de asado de cerdo también llamado asado rojo, por el color que las especias usadas le otorgan. En otras palabras, es una barbacoa de cerdo realizada al estilo cantonés, región al sur de China.
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Almas perdidas (publicado por editorial)
FantasyDicen que el Reino de los Cielos recibe a los fallecidos después de que la muerte los alcanza. Sin embargo, algunos están condenados a vagar por nuestro mundo como almas perdidas... Una despedida que no llegó a tiempo, sed de venganza o una promesa...