Amo

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No podía verlo, pero sabía que ahí estaba. Podía escuchar sus suaves y descalzas pisadas sobre la alfombra. Lo sentía moverse alrededor mío, pero nunca lo suficientemente cerca.

-De rodillas – susurró en mi oído. No me había percatado de su cercanía, así que su cálido aliento en mi cuello me tomó desprevenida y solté un débil gemido. 

Mis rodillas tocaron el suelo con una velocidad sorprendente. Nerviosa y con el corazón acelerado, coloqué mis manos sobre mis muslos. Y fue ahí, donde el sonido de una cadena se deslizó por mis ya afinados oídos.

Comencé a retorcerme sutilmente. El frio del metal hizo contacto con mi cuerpo, podía sentir como mi piel se enchinaba y daba paso a una intensa excitación. Colocó el peso de una correa sobre mi cuello balanceando su cadena entre mis pechos. 

-Abróchalo – dijo con voz baja y firme.
Él sabía muy bien lo que estaba haciendo. Mis manos hicieron un lento recorrido de mis piernas hacia mi cuello, para proceder a abrochar mi propio collar. Ese collar que me hacía suya.
-Buena chica, quítate la venda, quiero que me mires.

Obediente, trague saliva tratando de controlar mis emociones y libere mis ojos de la penumbra. Con una luz tenue y oculto entre las sombras, estaba frente a mí, en un sillón de respaldo alto, con pantalón de vestir, y una camisa de gala, en color negro abierta a mitad de su pecho. En su mano el otro extremo de la cadena mientras que sus brazos reposaban en los descansabrazos.

-Toca tus pechos. – Encapsulada por su presencia, tarde un minuto en procesar su petición. Lo notó, así que jaló de la cadena con fuerza hacia él, provocando que mi cuerpo se balanceara hacia adelante. – Ahora, y no dejes de mirarme.

Volví a enderezarme, mientras mis manos corrían a cumplir su orden. Podía sentir mis pezones duros a través de la tela, los apreté delicadamente, sintiendo el roce del encaje.  Entonces tiro nuevamente de la cadena, no necesitaba decirme nada, con ese simple gesto sabía que así no era como él quería. Así que tome ambos pechos y los estruje, apreté con más fuerza hasta que solté un gemido. La cadena volvió a moverse, así que obediente los desnude para proceder a mamarlos, mordiendo mientras miraba con deseo a mi amo, de quien solo podía ver una sonrisa llena de ego. El sabía lo que estaba provocando en mis entrañas.

El resto de mi cuerpo gritaba por su contacto, para ese punto estaba ya temblorosa, tratando de contener mis ganas por sentir sus caricias, por sentir su dureza dentro mío. El vio esa desesperación en mis ojos, y con su voz firme pero ronca por la excitación, me indicó que me moviera como si yo estuviera encima suyo, sin tocarme.

Y obedecí, aunque mis manos quisieran acariciar mi clítoris, aprete aún más mis piernas, para sentir como con el vaivén de mi pelvis se contraía mi vagina en una serie de rápidas contracciones. Sentía como mi respiración se aceleraba, mi pulso, mis vibraciones, hasta que mis muslos comenzaron a humedecerse, el comenzó a tocarse por encima del pantalón, sabía que lo deseaba y él quería verme terminar, tiró una vez más de la cadena, marcando un ritmo rápido en el que apretaba y soltaba, sin permitirme si quiera rozar con mis manos otra cosa que no fueran mis pechos hinchados.

Entonces al borde del clímax, con un “Buena Chica” me concedió el permiso de terminar, en una explosión de sensaciones, con un orgasmo intenso y húmedo, como hacia tiempo no tenía.

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