Leche

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Le extrañaba, después de varias semanas sin verlo, no podía contener mis ganas de tenerlo entre mis piernas. Sus manos comenzaron a tocar mis pechos suavemente, pidiendo permiso para proceder cada vez con más ímpetu. Mientras que su aliento en mi cuello me provocaba una ráfaga de espasmos a lo largo de toda la espalda que desembocaban en mi tan ansiosa vagina. Su miembro erecto sobresalía de sus pantalones.

Sonreí al notar su firmeza, sus besos tenían ese contraste perfecto entre la dulzura y el salvajismo.


Mordió mis labios con fuerza, en un intento desesperado por poseer mi cuerpo. Me sonrió con picardía, tomó mi cabello y lo jaló hacia atrás, generandome la imperiosa necesidad de complacerlo.

Desabroché sus pantalones, y en un solo movimiento me colocó sobre el escritorio con mi redondo trasero al aire. Me penetró con fiereza, como si fuera su única misión en la vida, podía sentir cómo su pene endurecido se hacía cabida en mi estrecha y húmeda vagina. Una, dos, tres veces, cada vez con más fuerza y más velocidad. Sentía mis fluidos mezclarse con los suyos. Una, dos, tres veces y mis gemidos se hacían escuchar. Lo sentía tan adentro, me sentía tan suya que el sonido de su mano azotándome me extasiaba. Estaba al borde del clímax, podía sentirlo temblar, se detuvo y sacó su erección para ofrecérsela a mi boca.

Jaló nuevamente de mi cabello, logrando que mis sedientos labios se abrieran para recibirlo. Estaba lista. Me lo había estado saboreando por días. Quería con desesperación sacar esa dulce leche, vaciarle el alma. Posé mis manos sobre su miembro y como si de un dulce se tratara comencé a lamerlo. Mi lengua subía y bajaba por su erección, desde la base hasta la punta. Sentía su rigidez incrementándose aún más mientras disfrutaba con esa mezcla de sonrisas, miradas y fluidos. Y cuando menos lo esperaba, con una rápida lamida, la inserté por completo en mi boca, mientras buscaba con mis ojos su mirada.

Sentía el calor emanar de mi excitado cuerpo. Deslice mi boca de abajo hacia arriba, sentía como su miembro topaba en mi garganta y, aun así, deseaba que entrara más. Le mire a los ojos, ofreciéndole mis cavidades para su deleite, entendió el mensaje y con su mano presionó mi cabeza hasta la base de su miembro y ahí me mantuvo mientras tocaba mis pechos.

Deje que lo metiera todo, que llevara su ritmo, que me llenara toda la boca como él quisiera, estaba ansiosa, y muy excitada, comencé a mover mi pelvis a la par de sus embestidas. Entonces me cedió el control, le succione con suavidad, tocando con mi lengua la punta de su pene.

Mi cuerpo comenzó a a producir sonidos llenos de saliva y arcadas que me hacían explotar los sentidos, entonces mi saliva cayó sobe mis pechos y le supliqué con la más tierna voz que me fue posible, que me diera esa leche que tanto me gustaba. Y con un gemido y un espasmo, ese blanco y dulce manjar cayó en mi boca, salió con fuerza, con una consistencia perfecta para mi paladar. Tomé su miembro con rapidez y succioné las gotas que quedaban. Extasiado me miró y pasó su mano por mis labios


susurrando un sincero: te quiero puta.

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