Tatuajes.

17 0 0
                                    

Aveces los tatuajes en la piel son mucho más que simples tatuajes. Aveces es ese último roce, el de una despedida. La despedida de aquello que pudo ser y que nunca fue. Un adiós que debió de haber llegado mucho tiempo atrás, antes de que quedará impregnado en la piel.

Era algo que se veía venir, cuando lo conocí hace tres años, todo fue muy rápido, ambos estábamos rotos y no buscábamos nada a cambio, más que el simple placer de la compañía. Su presencia me llenaba de esperanzas con cada mensaje, con cada buenos días. Fueron buenos meses, entre miradas, detalles y caricias.

Sus caricias, no he visto manos masculinas más suaves en mi vida, y eran un bálsamo en mi piel que hacían que cada partícula de mi cuerpo se volcara en un remolino de sensaciones, de palpitaciones buscando un desenlace. Había veces incluso en que no necesitaba si quiera tocarme. Su mirada me lo decía todo, me deseaba, y me haría sentir lo que nunca había sentido, porque el sabía que ya era suya. Y eso, eso simplemente me hacía tan feliz, como tenía tiempo que no me sentía.

Sin embargo, vivía en la incertidumbre, en si era real lo que sentía, en si era mutuo, todo era tan rápido, y confuso, pero sobretodo complicado. Y creo que esa complicación fue la que marco el resto de nuestra no relación. Y es que uno entendería todo el caos que implica salir con una persona a punto de divorciarse, porque si no se empieza bien, seguramente es porque no hay futuro por delante. Supongo que el también veía mis anhelos y mis sueños creciendo cada día más, en mi mirada, entre líneas y susurros imperceptibles. Le deseaba, no solo físicamente, le deseaba en mi vida completamente.

Me llenó de ilusiones, me demostró que el amor era respeto en todos los sentidos. Me enseñó lo que significaba que una persona detuviera sus acciones solo porque a ti te hacían daño. Que la verdad, aunque duela, siempre es mucho mejor que la mentira y te evita muchos problemas. Me mostró con cariño y paciencia mis errores, porque una relación se forma por dos, y yo también tenía defectos. Me enseñó que es posible una comunicación asertiva sin gritos ni discusiones aunque hubiera enojo y molestia.

Recuerdo como si hubiera sido ayer la primera vez que terminó conmigo en un intento por no dañarme más de lo que ya lo estaba haciendo, aunque yo aún no lo sabía, y es que no podía darme cuenta pues estaba enamorada. Terminó conmigo avisando que eso era lo que haría, me dió fecha, motivos y consecuencias. Y aun así dolió como si el alma me la hubieran partido en mil pedazos, y terminé por destruir la frágil capa que me separaba de un tsunami de sentimientos, de un terremoto de pensamientos y terminé de romperme. Pero ese fue justo el momento en que todo cambio en mi vida. Pues ese fue el momento en que deje que mi verdadero yo surgiera y comenzará a tomar las riendas.

Trate de mantenerme alejada, pero como  una brújula apuntando hacia el norte, siempre volvía, y supongo que podría volver incluso ahora que sé que todo se termina. Comenzamos un vaiven de emociones, un juego de tira y afloja. Aprendí lo que es vivir con ansiedad todo el tiempo, con ese miedo eterno de no saber si lo que digo acabaría siendo la gota que derramaría  el vaso y temiendo con cada partícula de mi ser que eso fuera lo último que tendría de el, porque no quería que mi última conversación fuera en pleito, porque le amaba tanto que incluso en los malos momentos me sentia importante. Y es contradictorio con todo lo que me deja de enseñanza, pero es que también me enseñó todo lo que no me gusta que me hagan sentir.

Cuando volvió a intentar que volará, cuál pequeña mariposa que inicia su primer vuelo, juro que trate con todas mis fuerzas de no pensarlo, de buscar otros anhelos, otros brazos, pero en el fondo solo buscaba reemplazar aquello que el ya no podía ofrecerme. Pero como toda mariposa, siempre regresa de dónde parte.

Era honesto, siempre fue honesto con eso, el problema eran mis ilusiones, que hacían oídos sordos a sus palabras. Esas ilusiones que me hacían darle y entregarme en cuerpo y alma aún sabiendo que ahí ya no podía ser. Y comencé a tomar lo único que aún nos unía, lo volví mi amo y yo me volví su sumisa a la distancia, usando nuestros fetiches sexuales para calmar las ansias y alimentar nuestros egos.

Y así es como llegamos al final, yo sentada en su mesa de comedor, fingiendo que no siento nada, el sujetando mi brazo y dándome esas últimas caricias, impregnando con tinta no solo mi piel sino también mi alma. Entregándome sin saberlo, todo aquello que anhelaba tener, cada viaje, cada proyecto, cada sueño, y que por cosas de la vida, nunca llegó a nada.

Lo ame, lo amo, y supongo que siempre le amare, pero hoy mientras veo cicatrizar este bello tatuaje, cicatrizo tambien mis heridas, pues entendí que el no es mío ni yo soy suya, y que fuimos el amor de nuestras vidas mientras nos tuvimos,  fuimos una conexión bonita que pudo ser y que nunca pudo ser. Aquello que fue un casi algo y ahora llevo tatuado en mi ser.

Alegrías y otras pasiones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora