Conversaciones bajo la luna.

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(Está es una historia que parte de un cuento muy bello, que estoy por lanzar este año no solo en digital, sino que también en físico. Está parte de la historia a continuación descrita, está escrita por su servidora en colaboración con el lobo de este cuento, el Ing. Puente.)

Había una vez un lobo y una coneja que por unos instantes unieron sus vidas, pero el cómo ocurrió este amor es otra historia que contaré más adelante. Una noche de luna llena el lobo le aulló a la luna, esperando que fuera su coneja quien respondiera.

-¿Ya viste la luna hoy mi conejita? Se ve hermosa. - Mencionó el lobo acostándose en el cesped mirando hacia la rosada luna llena.

- La he visto mi lobito, es hermosa. Me gusta cuando el conejo en la luna se ve tan claro como está noche. -musitó ella echándose a un lado del lobo.

-Curioso que lo diga una coneja - susurró el lobo mirandola a los ojos fijamente - A mi me gusta verla también.

- Curioso que lo diga un lobo. Hay una leyenda que dice que los lobos tienen una debilidad por las conejas, especialmente por aquellas que están rotas y viven en la luna. Dice la leyenda que la luna es quien las protege de las garras de los lobos, y las cuida y las arropa entre sus cráteres.

El lobo sonrió mostrando sus colmillos, y se poso sobre su codo, observandola mirar el firmamento.

- Pero hay veces en que el lobo logra atrapar a una de ellas, para luego devorarla - la coneja se giro para observar al lobo, escuchando atenta lo que decía. - para devorarla desde la punta de los dedos, pasando por su cuello, su cuerpo y toda su esencia hasta terminar siendo uno.

El lobo mantenía su respiración mientras ilustraba con sus manos el recorrido que le describía a ella sobre su propio cuerpo. La coneja nerviosa permanecía inmóvil, observando, escuchando, sintiendo el recorrido de esas garras, hasta que logró pasar saliva para responder a esa provocación.

- Pobre y estúpida coneja, porque una vez en las garras del lobo la luna ya no puede protegerla.

El lobo sonrió entrelazando sus manos entre sus garras. Y musitó:

- Pero no es porque la luna no la quiera, sino porque es ella la que es incapaz de dejarlo.

- Y es que una vez que la coneja se entrega, está ya no puede separarse aunque justo eso sea lo quiera. - respondió clavando sus ojos en la mirada del lobo.

-El problema viene cuando el tampoco es capaz de dejarla. Porque no quiere dejar sola a su coneja. El queriendo ser un conejo, ella queriendo ser una loba.

El aire corría entre ambos, con sus manos entrelazadas, sus cuerpos se acercaban cada vez más con cada palabra.

- Creo que solo en la cama los dos logran combinarse en un mismo ser, conejos, lunas, lobos... humanos. Todo se vuelve uno y a la vez nada. - mencionó el lobo tomando el rostro de su coneja entre sus manos - En esa habitación, entre aullidos y gruñidos, solo disfrutan el momento dando un espectáculo a la luna.

-Y es tal la pasión que se observa que hasta el tiempo se detiene a observarlos tener su danza. - respondió ella acariciando el pecho de su lobo - Entre brazos y piernas entrelazadas, uniendo no solo sus cuerpos sino también sus almas y sus pasiones más bajas.

El lobo comenzó a responder a las caricias que ella le dedicaba al tiempo que continuaba con la idea.

-Pasiones que los hacen uno, dónde su espíritu y su mente se unen, dónde no importa cómo se comunican, pues con solo una mirada cada uno sabe lo que el otro desea.

La coneja y el lobo se miraron a los ojos, incapaces de retirar la mirada el uno del otro. Sus cuerpos estaban entrelazados, sus mentes estaban conectadas, un perfecto silencio que solo era interrumpido por sus palabras.

-Una mirada - dijo el lobo.

-Una caricia

-Una respiración. - suspiró el lobo.

-Una sonrisa, entre pasión y deseo. - sonrió con picardía la coneja.

-Entre lujuria y amor - dijo apretándola con firmeza contra su pecho.

-Un lobo y una coneja perdieron la razón - exhaló ella -Y adictos se volvieron a este juego contra reloj.

Perdiendo la cordura, la coneja y el lobo perdieron la noción del tiempo, en ese lugar de locura donde la pasión y el deseo de sus cuerpos ya desnudos se acariciaban bajo la luz de la luna.

- Y entre caricias y mordidas - continúo el lobo al tiempo que mordía el cuello de su pareja - llegan a un éxtasis, - mordida - uniendo sus adictivos fluidos, que al mezclarse ya no pueden parar de probar.

-Y dime mi lobito, ¿Cómo es que siente ese lobo en ese baile tan singular?

El lobo sonrie dulcemente mientras que con sus manos la acomoda debajo de su cuerpo, separando sus piernas con suavidad, dispuesto a darle una prueba de  lo que un lobo siente al devorase una coneja.

- El lobo siente al momento de entrar en ella como su cuerpo se abre y la piel se le eriza. - susurró adentrándose mucho más allá de los ojos de su amante.

Ella, sin perder de vista aquellos ojos, lo aprieta, provocando en el una adicción a ese masaje que le ordena no parar, haciéndolo perderse y luchar por entrar y salir de ella, escuchando cada gemido que de esa pequeña emana. 

- Y es que la coneja, con cada embestida no puede más que apresar a su presa, a ese lobo que se vuelve loco por poseerla. - musitó extasiada jadeando y sujetando al lobo fuertemente.

La coneja aprieta fuertemente, y no lo suelta, pues con cada estocada ambos más se entregan. Y jadeantes continúan con su plática.

- Así es como se vuelven uno, el lobo se engrandece y se ensancha... - aseveró sonriendo traviesa.

- La coneja se abre y le da cobijo. - continúo el embistiendo y sujetándola con fuerza entre sus garras. - y con deliciosos espasmos ambos llegan al cielo.

-La coneja entregando su amor en un torrente que deja empapado al lobo - susurró extasiada.

- Y el lobo llenándola de la misma manera con cada parte de su alegre alma - concluye el mirando satisfecho a su coneja  - y con un beso en los labios la historia vuelve a empezar.

-Toda la noche, todo el día - musitó besando a su lobo.

-Hasta los dos desfallecer - termina el recostandose ese par de pechos.

- Ella regresa a la luna, mientras el lobo gruñe y a ella le aulla. - susurra la coneja, separandose del lobo. 

- Y el lobo le aulla a la luna, pidiéndole a su coneja de vuelta, pues el sabe que ya es suya. - susurra mientras la observa, frente a frente, pues sabe que es momento de decirle adiós.

Conectando con esa mirada, se despide de su lobo, dándole un tierno beso mientras que termina esa historia, con una promesa.

-Y en cada luna llena, la coneja escuchará a su lobo aullar a la luna, y ella bajara gustosa a darle el placer de su compañía, en una noche de placer desmedida.

El lobo y la coneja se levantaron con lentitud, sintiendo los fluidos creados entre ambos recorrer sus entrepiernas y sonriendo de oreja a oreja, el lobo se despide de ella, esperando como un cachorro la próxima luna llena.




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