Peter Parker y Betty Smith, dos adolescentes que se gustan desde hace años, de hecho, se miran desde lejos por la vergüenza que sienten para hablar al otro, pero, ¿Qué pasaría si ambos sintieran qué el gustar al otro es tan imposible como si nevara...
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"The Smith's"
Todo era una rutina.
Levantarse, preparar el desayuno, comprobar que su padre se encontraba en casa, preparar a su hermano, vestirse e irse a clase. Después de clase ir a trabajar llevándose a su pequeño hermano hasta tarde, volver, ducharse, hacer la cena para los tres, —aunque el tercero no se sabía si llegaría a casa— hacer los deberes a la una de la madrugada, y de vuelta a empezar.
Era un horrible ciclo en el que se encontraba la familia Smith.
La pérdida de las chicas Smith, fue muy dura para todos, pero ahora James se descuidaba, a veces no llegaba a casa y la mayor, tenía que ocuparse de todo, incluso de pagar el gas, el agua o el alquiler.
Vivían en una pequeña casa, lo perdieron absolutamente todo aquella noche, y no había otra opción. La casa era oscura, con tres habitaciones —y agradeciendo— la cocina al lado del salón, el baño en la primera puerta del pasillo... Nada comparado a lo que tenían antes.
Antes tenían una gran casa en la ciudad de Nueva York, de las típicas que salen en las películas de millonarios. Tenían dinero, tenían amor, tenían algo por lo que luchar... Tenían una familia.
A ella poco le importaba si tenía todo o nada, no soportaba ver a su hermano sufrir a tan corta edad. Haría hasta lo imposible para conseguir sacarlo de aquel infierno, irse a vivir juntos quizás, pero lejos de la gran ciudad, lejos de los malos recuerdos, lejos de todo.
No era misterio para nadie saber que ellos pasaron de ser la familia más respetada por dónde pisaran, a apenas tener para comer.
Ella sabía que el colegio Midtown costaba bastante dinero, por lo que tenía pensado desapuntarse para así tener más dinero en el banco e ir a un colegio público como su hermano, o directamente no ir. Era muy inteligente, quizás no lo necesitaba.
—Betty. —le llamó su hermano—
Ella le miró mientras caminaban cogidos de la mano dirigiéndose al colegio de este.
—¿Sí?
—¿Hoy tienes que trabajar?
Negó.
—¿Podremos jugar como lo hacíamos antes?
Soltó un suspiro.
—Lo siento, Sam, pero tengo que hacer mucho deberes. Otro día jugamos, te lo prometo.
Asintió sin insistir. Sabía que su hermana y su familia no estaba en buenas condiciones, así que no quería iniciar una estúpida discusión.
Los pelirrojos llegaron, y como era de esperarse, todos les miraron con tristeza. Pese a que de lo sucedido pasó hacía apenas un año, todos seguían con su estúpida compasión totalmente falsa.
