Peter Parker y Betty Smith, dos adolescentes que se gustan desde hace años, de hecho, se miran desde lejos por la vergüenza que sienten para hablar al otro, pero, ¿Qué pasaría si ambos sintieran qué el gustar al otro es tan imposible como si nevara...
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"You won't lose me"
Los días pasaban y todo era mucho más complicado. No solo por el hecho de que ahora su amigo y compañero de casa era una especia de mitad hombre, mitad araña, sino que sus pesadillas aumentaban, sus recuerdos frecuentaban más y cada vez había menos pastillas en aquel pequeño bote.
Gwen y Betty por alguna razón que la primera no entendía, no pasaban tanto tiempo juntas, por lo que la pelirroja decidió encontrar algo para que eso parase, ya que echaba de menos a su mejor amiga.
Ambas estaban en la habitación de Betty mientras hablaban sobre muchas cosas que les pasaron esos días, o cosas del instituto.
—¿Tu qué tal con Peter? —preguntó la rubia divertida consiguiendo que la contraria le mirara confundida mientras terminaba de recoger su ropa—
—¿A qué te refieres? —preguntó confundida—
—Pues eso. ¿Qué tal con Peter?
—Bien... —dijo con el ceño fruncido— Nos llevamos bien, convivimos bien... No sé que quieres decir.
Su mejor amiga se ríe.
—Sabes perfectamente a lo que me refiero.
Entonces, Betty le da una mala mirada.
—No. —asegura la pelirroja mientras la rubia ríe— Gwen, no.
—Oh, vamos. —dice con una sonrisa burlona— Al menos un poco.
—No, ni un poco ni mucho. Peter no me gusta románicamente.
—Pero...
—Gwen. —dijo la pelirroja seria y dejando la ropa a un lado para mirarla con seriedad—
—Bien, lo siento. Peter no te gusta y solo sois amigos, lo pillo.
—Gracias. —Betty suspira y sigue recogiendo la ropa mientras habla con Gwen, eso no dura mucho, ya que tocan a la puerta aunque ya estaba abierta— Parker. —no pudo evitar sonreír un poco— ¿Qué se te ha perdido?
Peter rió.
—Muy graciosa, Betty. —dijo tirándole una barra de chocolate a la cama— He aprovechado que he ido a comprar... —dice algo nervioso— Hola, Gwen.
—Hola. —dijo ella con una sonrisa emocionada—
Peter miró a Betty y se fue de ahí junto a una suave sonrisa. Cuando Peter desapareció, la rubia cogió un cojín, se lo puso en la cara y gritó.
—¿Qué te pasa a ti ahora?
—¡¿Estás ciega?! ¡Te ha comprado tu chocolate favorito!
—¿Y? —no entendía la emoción de su amiga, ni la importancia a lo que le daba todo eso—
