5. Squirt

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El deseo dominaba nuestras acciones así que, cuando las puertas de la habitación se cerraron a nuestra espalda ya nos estábamos desvistiendo mutuamente. El aire estaba puesto pero el calor de nuestros cuerpos era imposible de apagar. Ni nos molestamos en prender la música era demasiada la urgencia. Una vez que mi blusa y mi sostén dejaron de ser un obstáculo, sentí su lengua, recorrer desde mi boca hasta mis tetas pasando por mi garganta y haciendo que me erizara toda. Ayudándose con las manos me unió las tetas, que estaban hinchadas por la excitación, para chuparlas al mismo tiempo. Aún estábamos de pie frente a la cama, y el mordisqueaba mis pezones mientras con una mano desabotonó el jean.

Dejó de chupar mis tetas y me tiró en la cama para sacar el pantalón y la tanga. Como todo un experto me fue besando, muy lentamente, desde los muslos hasta llegar a mi vagina. Me abrió las piernas con urgencia y pasó su lengua por el clitoris. Con suaves y rápidos movimientos acariciaba mi sexo, me llevaba al cielo, o tal vez al infierno, con cada lengüetazo. Yo solo estaba ahí, dejándolo hacer y acariciando su cabeza con las manos. Ya no podía contener el temblor de mis piernas, me tenía a segundos de correrme en su boca, así que intenté apartarlo con las manos, pero las apartó, me retorcí para intentar pararlo, pero me sostuvo las caderas y me abandoné al delicioso placer que recorría mi cuerpo tembloroso y me hacía gemir.

Cuando abrí los ojos me estaba mirando con una sonrisa de victoria en su rostro mojado por el squirt que me acababa de provocar. Me dió un poco de vergüenza y le tiré la mano, para darle en el pecho, pero él la detuvo y me sentó en la cama.

– Te gané la apuesta.

Yo asentí, y como me alegraba que lo hubiera hecho. Me di cuenta entonces que el aún andaba vestido, así que le quité el cinto y dejé su pene al descubierto. Me lo metí en la boca y disfruté de nuevo de su sabor. Era imposible meterlo todo, así que con ayuda de mis manos comencé a juguetear un poco, acariciándolo con la lengua y las manos a la vez. El me agarró del cabello y marcó el ritmo que le gustaba.

– Ponte en cuatro

Me dijo soltando mi cabello, yo lo obedecí de inmediato, y me el dio un par de nalgadas que me hicieron gemir. El deseo se me había multiplicado después de aquel squirt, por lo que sentir su pene en la entrada de mi vagina me puso a mil. Me moví para intentar penetrarme, pero él no me lo permitió, sostuvo mis caderas y se limitó a rozarme, desde la vagina hasta el clitoris y luego hasta la entrada de mi trasero. Sólo me provocaba, jugaba conmigo y después me golpeaba las nalgas con su pene. Era tan excitante que ya no aguantaba. Miré hacia atrás, suplicando que me penetrara y lo hizo.

Aunque había ganado la apuesta, no la reclamó. Era enorme, y el lo sabia, hasta el momento todo había sido fuerte, pero en ese momento era tan suave y tan placentero que me hacía volar. Sostenía mis nalgas, inmovilizándome hasta que estuvo completo dentro de mí. Ya en ese punto me sostuvo con más fuerza aún y comenzó a moverse cada vez más rápido. Aquello me hizo gritar, era una mezcla entre el dolor y el placer. De repente dejó de moverse.

– Ven chupa

Me giré rápido y él entró en mi boca al tiempo que me masturbó, esta vez con los dedos, haciendo que termináramos a la vez.

– Te gané - dijo minutos después, habiendo tomado aire los dos.

– Eso parece - me limité a responder acomodándome en su pecho.

El pasó su brazo sobre mi cuello y comenzó a amasar mi pezón. Yo tenía mi pierna sobre él, a la altura de su rodilla y sostenía, con una mano, su pene dormido que rápidamente se comenzó a despertar. Me asombró y me emocionó al mismo tiempo. Se volteó para quedar de frente a mi me levantó un poco la pierna. Pensé que no iba a llegar, pero era lo suficientemente grande para penetrarme en esa posición. Luego de algunos minutos se volteó y me subió sobre él. Me apretaba las tetas mientras me movía despacio. Cuando me puse en posición de cuclillas y me penetré el puso las manos en mis nalgas y aceleró un poco los movimientos. Era maravilloso moverme sin tener que preocuparme de que se saliera. Cuando sentí sus uñas clavarse en mis nalgas supe que estaba a punto. La presión aumentaba, hasta que de repente me empujó y dejó que todo el semen cayera sobre el colchón, y un poco sobre mi.

– ¡Dios!

– ¿Te gustó?

– ¿Qué crees?

Una pequeña sonrisa orgullosa adornó su rostro. Su celular comenzó a sonar y yo me dirigí al baño, que estaba bastante limpio y bien equipado. Me metí a la ducha mientras C hablaba y unos minutos después él también entró al baño. Fuera de este, nos vestimos en silencio y nos fuimos del lugar. Me acompañó hasta la esquina, se despidió, montó en la bicicleta y se alejó del lugar.

Te quiero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora