Clare, una chica sin amigos que veía la vida desde otra perspectiva y que todo le parecía digno de retratar, hasta que el miedo abundó desde aquella salida al patio, un giro grande le dió a su vida aquel hombre de vestimenta negra.
Pero, ¿para bien...
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--Habían pasado unas cuantas semanas de lo ocurrido; ahora todos le preguntaban si se sentía bien, que si nada le aturdia.
Y clare antes rogaba atención, por lo menos ser como Donna, sociable hasta cierto punto.
Pero ahora rogaba y esperaba que oyeran sus más grandes plegarias de que todo volviera a lo que era antes.
Cuando sólo dos almas le hablaban,
Finney y Bruce.
Clare citó a Finney a las gradas del campo de béisbol, la hora pautada sería las 4:30pm, hora en la que ya todos estaban desocupados.
O por lo menos aquellas almas jóvenes un tanto perdidas.
Clare estaba tensa, Lucía despreocupada cuando era lo que menos sentía.
Se recostó en las gradas esperando a que el castaño-rubio hiciera acto de presencia.
Le costaba tener paciencia; siempre fué puntual y ver que otros no lo eran, era como provocar un tipo de ansiedad en todo su pequeño ser.
A lo lejos divisó aquella hermosa cabellera dorada, se levantó de golpe, alzó su mano para así el chico poder saber donde está se encontraba.
Ambos se saludaron de una forma un tanto triste.
—, hey..—- habló primero el chico mientras miraba hacía el suelo como si fuera la cosa más interesante del mundo.
—, hey...— regresó el saludo Clare con un poco de pena.
—, ¿porqué querías que nos viéramos?— preguntó Finney esta vez viendo el rostro delicado de Clare quién parecía que rompería en llanto en cualquier momento pero así no fué
—, yo, quería disculparme por la actitud qué tomé hace unos días atrás, estuvo mal de mi parte tratarte de aquella manera, estaba pasando un mal momento, y entiendo que no es excusa para tratarte de esa manera tan egoísta—levantó su mirada— perdóname, te lo pido porfavor, Dios, ya estoy llorando—
Las lágrimas cristalinas se resbalaban con facilidad por la suave piel de clare, lloraba como si no hubiera un mañana.
Creía que perdería a un amigo solo por su mal comportamiento impulsivo y explosivo en aquella ocasión.
Su llanto e hipo acabó al mirar aquella camioneta negra que tanto temía de ver.
Iba despacio como si estuviera paseándose por el lugar, como si quisiera observarla a ella en toda ocasión posible.
