Merezco ser infeliz. Merezco vivir una vida sentenciada al dolor. A la desdicha. Al desamor.
Sé que lo merezco.
Y es el hecho de que, por la noche, cuando me arropo entre las sábanas de mi polvorienta cama, mi buena fortuna pesa más que mis desdichas. De alguna forma, ese sentimiento de victoria es lo que más me atormenta.
¿Acaso eso no me convierte en un monstruo?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
