𝐓𝐒𝐔𝐊𝐈 𝐔𝐁𝐔𝐘𝐀𝐒𝐇𝐈𝐊𝐈 ||| ᴋɴʏ ғᴀɴғɪᴄᴛɪᴏɴ
❝ La primogénita del Patrón que se unió a la organización de Cazadores de Demonios con el permiso de su padre, haciendo que este rompiera siglos y siglos de tradición. Otros decían que era favoritis...
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Llegados a un punto, se cansó del ambiente que le brindaba la Mansión Mariposa y dos semanas después de aquel incidente que tuvo con Shinobu. Decidió irse, en contra de las ordenes de su padre, pero a ella le importaba entre cero y nada las consecuencias que podría tener. No permitiría que su padre dictase su vida una vez más, esa jaula de oro no era una opción para ella. Como no podía tampoco regresar a su finca ya que sería vigilada 24/7 para que no desobedeciese la orden del Patrón, decidió ir a la de su querido amigo Tomioka. En quien confiaba plenamente, él era diferente.
Cuando llegó a la mansión, lo primero que vio fue él entrenando justo ahí afuera sin algo de tela que cubriese de cadera para arriba. Es decir, que podía ver con lujo de detalle esos abdominales marcados que él poseía mientras blandía su katana. Era definitivamente atractivo a la vista esa escena.
—¿Vas a quedarte ahí admirándome?—pregunto él con una sonrisa confiada. Haciendo que la sacara de sus pensamientos.
—En tus sueños Tomioka, solo venia a preguntarme si me podía quedar algunos días aquí.
—Claro que sí, eres bienvenida todos los días.
Dijo el de cabellos azabaches mientras guardaba de nuevo su espada y dejaba toda su atención en su mejor amiga, la persona más especial para él en el mundo entero. Él mataría por ella, él daría su vida por ella también aunque no fuera capaz de admitirlo abiertamente pero se lo hacía saber a ella indirectamente si era posible. Tsuki era el ángel que lo salvó de todo. Ella lo ayudó cuando estaba en su punto más bajo y le ayudó contra todos sus problemas e inseguridades que tenía por todo lo ocurrido en su pasado. Se arrepentía y sentía culpable de incontables cosas que hizo, pero ella le guió a ver lo contrario. Fue también la primera persona que se preocupó tanto por él.
—¿Qué pasó ahora?—preguntó él.
—El Patrón se rehusa a enviarme a una misión después del encuentro con la Luna Superior Cero.—dijo ella con un tono de frustración total.—Cree que moriré si vota otra misión, él no da este nefasto trato a otro de los cazadores, ¿por qué a mí?
—Su primera hija, eso es lo que eres.
—Si eso lo sé de sobra, si te soy sincera...—tomó un trago de sake.—A veces deseé nunca serlo.
Alzo la mirada hacia esos ojos azules tan oscuros que se asimilaban al negro, en los que muchas veces encontraba el consuelo que otros no le podían dar. Esa mirada tan profunda que sentía que la penetraba y escaneaba detalladamente a ella. La razón por la que solo él la consolaba así, era porque era el único que la conocía completamente. No tenían ningún secreto entre ellos dos ya que no era necesario hacerlo. Ellos sabían que no importaba qué le contara al otro, la persona escucharía sin juzgar todo el rato y aún así serían los mismos de antes.
—Ser su hija es algo que nunca pedí.
—Si, lo sé.—afirmó tomando él otro trago.
Esa noche estuvo llena de sake una vez más, empezaba a verse como una rutina a este apunto. Aunque no mantuvieron relaciones sexuales, ninguno estaba en el ánimo de hacerlo. De todos modos, los dos consumidos por los efectos alucínenos del alcohol, se durmieron sobre el tatami que recubría los suelo. Juntos. La última cosa que vio antes de caer dormida, fueron los profundos ojos azul oscuro que él poseía. Cómo los amaba.
A la mañana siguiente, como siempre el cuervo kasugai de Tomioka los despertó a ambos porque este mismo tenía una misión en no sé dónde. Él echo a aquel molesto pájaro de la habitación, haciéndolo esperar afuera. Necesitó unos minutos para recuperarse de los efectos del alcohol de anoche.
—¿Otra misión?
—Si, esta vez en un pueblo en el Norte. Quizás no vuelva por aquí por unos días.
—Espero que te vaya bien.
—Gracias.—dijo dándole un pequeño beso en la frente y levantándose a vestirse.
Ella permaneció ahí, mirando al techo de la habitación. Total, no necesitaba levantarse ahora mismo ya que no tenía ninguna misión o algo que hacer con su tiempo libre gracias a su padre. Tenía que admitir que a veces se sentía muy raro llamarlo así, ya que nunca actuó como uno. Por su poca esperanza de vida, tenía que entrenar a sus hijos como adultos lo antes posible. Aunque no esperó que la mayor de todos se convirtiera en una cazadora de demonios, ni mucho menos que fuera el foco de atención del Rey de los Demonios. La razón por la que su familia fue maldecida y la que el Cuerpo de Cazadores de Demonios existía. Tampoco le gustaba parecerse tantísimo a él, era su vivo reflejo literalmente. Siempre le decían que el primogénito o primogénita sería la copia del padre, en este caso le dieron a la diana.
Unos minutos después, Tomioka se marchó para la misión. Y ella se quedó sola en su casa, hasta que oyó a alguien gritar su nombre afuera del hogar. Cuando abrió la puerta, era aquel chico que tenía una hermana que se convirtió en demonio. El que causó tanto revuelo en la última reunión de Pilares.
—Ah, Tsuki san, ¿está Tomioka en casa?—preguntó el joven Kamado.
—No, justo se acaba de marchar a una misión y no volverá por unos días.—al ver la inseguridad del muchacho, lo invitó a pasar a dentro.—¿Quieres algo de té o aperitivo?
—No hace falta pero gracias.
—¿Y bien?—inquirió Tsuki curiosa.—¿De qué necesitabas de tanta urgencia a Tomioka?
—N-nada, solo quería preguntarle si podía entrenar conmigo. Suele hacerlo de vez en cuando, a veces me viene a buscar él y otras lo vengo a buscar yo en su finca.—habló Tanjiro.
—Puedo entrenar yo contigo si lo deseas.
—¡Sería todo un honor!—exclamó el joven, haciendo reír a Tsuki.
El brillo tan repentino de aquel joven cuando ella dijo aquella palabras, fue tan divertido ya que nadie antes de había puesto así cuando le ofrecía entrenar con ellos. Normalmente o la rechazaban o no lucían tan emocionados como este muchacho. Al final, Giyuu tendría razón de que era muy diferente.
Salieron al recinto que había en la entrada, tomaron katanas de madera de entrenamiento. Obviamente no usarían las normales porque uno de los días acabaría sin vida, y esa no sería ella.
—No me contendré como lo hace Tomioka.
—¡Por favor, no lo haga!
Tenía que admitir que fue una buena pelea, el joven había mejorado de la última que lo vio. Poseía mucho futuro y talento dentro de él, que solo necesitaba pulir algo más e incluso podría convertirse en Pilar algún día.
—Tsuki san, ¿podría preguntarle algo?
—Si, por supuesto.
—¿Qué son Tomioka san y usted?
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