Parte sin título 2

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Un día estando trabajando atendiendo la barra del bar, Armando me indicó que me agachara a coger una caja de servilletas de papel que había caído al suelo. Yo con mucho ímpetu incliné mi torso hacía el suelo, dejando el culo en pompa y a la vista de Armando, la parte superior trasera del hilo dental de un tanga rojo que asomaba por encima de mi pantalón. Detalle que no pasó inadvertido para Armando.

Armando, al ver aquella prenda femenina asomar, se vino para el lugar donde me encontraba y rozando su pene con mi trasero, dijo:

- Entra en la trastienda que quiero habla contigo maricón.

Yo lo miré y pese a quedar sorprendido por el insulto, obedecí aquella extraña y seria indicación hecha por Armando, dirigiéndome hacia la pequeña habitación interior que había al fondo de la barra, y al echar a un lado la cortina que había en la puerta, fui sorprendido por Armando quien nada más acceder al lugar, me dio un fuerte manotazo en mi trasero, lo que me hizo soltar un grito, y dijo:

-Ah..., muy bien..., con que tengo a mi lado una putita y no me había enterado. ¿Desde cuándo te gusta vestir de mujer, maricona?

Me hice de nuevas y negué con rotundidad aquellas afirmaciones que hacía mi jefe, negando que me gustara vestir de chica y que llevara puesto un tanga de mujer.

Armando en el calor de aquella discusión, se abalanzó sobre mí y agarrándome fuertemente por mi cintura, me besó en el cuello y me dio un pequeño mordisco, mientras metía su mano entre mi pantalón y sacaba hacía arriba, la parte superior de aquel tanga rojo que llevaba puesto.

Tras ello y dándome un leve empujón, me dijo:

- Furcia, te crees que soy tonto y no distingo a la legua una puta maricona como tú. Vas a subir arriba al piso ahora mismo, mi mujer marchó ayer al pueblo, y cuando yo cierre el bar y suba, te quiero ver vestida con ropa de mi mujer, bien maquillada, guapa y provocativa para mí, me vas a servir la cena que hay en el frigorífico y luego ya veremos...

Me negué a hacer lo que aquel hombre me ordenaba y se lo suplicaba por favor, que no me hiciera hacer aquello.

- O haces lo que te digo o llamó a tu padre y le cuento la maricona que tiene como hijo y además, difundo por todo el pueblo, que andas vestido de mujer por Madrid. Así que tú veras..., -fue la contestación de Armando.

Me arrodillé ante Armando y le supliqué que no hiciera eso conmigo, que era muy joven, que solo tenía 17 años. Armando no hizo caso a mis súplicas, todo lo contrario, se arrimó a mí y rozando su bragueta por mi cara, me dijo:

- Con tu edad eres ya toda una putita..., quiero que me atiendas como mujer, así que si no quieres que se entere todo el mundo lo maricona de mierda que eres, obedece a mi petición y obedece yaaa puta.

Dándome la llave del piso, me añadió:

- Anda, haz lo que te he ordenado..., ponte guapa para mi esta noche y no te pasará nada, sube te duchas y te maquillas como una puta, ponte ropa interior negra provocativa, que tiene Adela en el armario de nuestra habitación, unos ligueros y medias del mismo color, una de las pelucas que hay al lado en el cuarto de baño y unos zapatos de tacón de aguja de los que ella usa y espérame que pronto subo. Deseo ver y comprobar lo guapa que estas para mí. Luego te iras a tu casa....

Cogí la llave, agache la cabeza y me dispuse a obedecer como aquel hombre me había ordenado, al pasar por su lado, estando los dos detrás de la barra, me dio un fuerte pellizco en mi culo y me susurró:

- Ya sabes guarrilla..., te quiero muy puta y guapa...

Comencé a subir las escaleras, en dirección al piso superior de aquel bar, donde Armando y Adela vivían. Durante el trayecto sollozaba y no dejaba de pensar en qué terminaría todo aquello.

Una vez en el interior del piso, fui a la habitación matrimonial y saqué del armario la ropa que Armando me había indicado, comprobando que Adela tenía un rico armario con ropa muy sexy e interesante, para ser ya una mujer de cuarenta años.

Seguidamente y pensando en lo que Armando me había dicho, osea, que una vez me viera vestida bien guapa, me dejaría ir a mi casa, me fui al cuarto de baño, donde me duche frotándome a fondo y me pase la depiladora, para hacer desaparecer el poco bello que pudiera tener y seguidamente ante el espejo, empecé a dar un poquito de forma a mis cejas, a delinear y dar sombra a mis ojos, maquillar mi rostro y por último, a pintar mis labios con un rojo intenso, perfilándolos con otro rojo más oscuro.

Después cogí y como mejor pude, me coloqué una peluca de color caoba, cortita a los hombros, y una vez de vuelta al dormitorio, comencé a vestirme como Armando me había ordenado. Primero medias y ligueros, después braguitas y sujetador negro, me subí en unos taconazos de 12 centímetros y me miré al espejo, donde puede comprobar lo guapísima que había quedado. Al verme demasiado sexy y provocativa, decidí volver al armario y ponerme una batita negra, cortita y transparente, sintiéndome así un poco más decente, no tan provocadora y descocada.

ARMANDO ME HIZO MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora