ARMANDO ME HIZO MUJER

2K 22 0
                                    

Desde los nueve años, comenzó en mí el deseo de ser mujer e inicie mis ganas de convertirme en una chica, vistiéndome y maquillándome como aquellas bellas mujeres que veía en las películas de la época.

Para lograr mi objetivo, empecé utilizando un biquini rojo de mi hermana como sujetador y braguita, el resto de ropa, como medias, faldas, jerséis, blusas, vestidos, pañuelos, collares, zapatos de tacón, eran de mí mamá, incluido el maquillaje y la barra labial.

Me vestía y modelaba delante en un gran espejo que había en la habitación de mis padres. Me veía joven y guapa, lo que me hizo experimentar mis primeras sensaciones como mujer y fantasee, con aquel joven cuerpo afeminado que tenía y que me gustaba ver reflejado en aquel espejo.

En el sujetador, para dar más verdad y realidad a aquel lindo cuerpo de nena joven que tenía, a modo de tetitas, metía calcetines, o pelotas pequeñas de color verde que regalaban una conocida marca de zapatos de la época. Cuando quería obtener una mayor realidad, para otorgar mayor parecido a unos pechos de mujer, solía llenar globos de agua, que te hacían ganar la turgencia y perfecta similitud de unos senos artificiales, al notar su peso, su textura y autenticidad dentro del sujetador. Tan reales parecían, que cuando modelaba delante del espejo, notaba su movimiento dentro del sujetador, como veía que se les balanceaban a las mujeres de verdad, cuando andaban por la calle. Todo maravilloso y estupendo, salvo cuando alguno de los globos reventaba, al recibir una mayor presión de la que debía, y te mojabas toda la ropa, con el inconveniente que ello acarreaba.

Así cuando me quedaba sola en casa, enseguida comenzaba a vestirme bien guapa y sexy, y modelaba ante aquel gran espejo, sintiéndome una nena que podía atraer las miradas de los hombres, ambicionando convertirme en una mujer femenina y sumisa, entregada a un gran macho alfa, que hacia conmigo todo lo que sexualmente le venía en gana.

Imaginaba casi siempre, lo que me hacía finalmente eyacular, que era raptada por unos árabes y vendida en una subasta como esclava, junto con otras muchas mujeres, en un mercado de esclavos de un país oriental, siendo comprada por el amo de un harem, donde era tratada como objeto sexual y obligada a satisfacer los lujuriosos deseos carnales de quienes me habían comprado, para lo cual, incluso utilizaba un velo transparente a modo de "niqab", que tenía mi madre.

En otras ocasiones, me transformaba en una sexy y desvergonzada prostituta, que profusamente maquillada con colores llamativos, fantaseaba que trabajaba como pupila en un burdel a las órdenes de una exigente "madame", donde tras modelar ante los posibles clientes, era alquilada por uno de ellos, para atenderle en sus degradantes deseos sexuales, a cambio de una cantidad de dinero que pagaban a mi "madame" o a mi "chulo".

Tuve suerte de no ser sorprendida nunca vestida como una bella odalisca o como una furcia de burdel despampanante, aunque en dos o tres ocasiones, mi confidencialidad estuvo a punto de irse al garete.

Así estuve ocultando aquella afición a vestirme de mujer, durante muchos años. Casi todas las semanas lo hacía dos o tres tardes, hasta que con la edad de diecisiete años, decidí marchar a Madrid, para comenzar una nueva vida y dejar atrás, aquellos momentos de miedos continuos a ser sorprendida, aquella insatisfacción de querer ser mujer todo el día y no poderlo conseguir.

Mi padre, porque yo se lo pedí, se puso en contacto con uno de sus mejores amigos, llamado Armando.

Armando había nacido en nuestro mismo pueblo y había emigrado a Madrid, concretamente al barrio de Vallecas, donde era dueño de un bar. Le pidió que me empleara en su establecimiento, como aprendiz de camarero, o que me encontrase trabajo en la Capital, a lo que éste accedió.

Llegue a Madrid a últimos de junio, con una maleta en la que, sin que nadie lo supiera, había incluido algún que otro tanga y ropita ya en desuso de mi hermana y mi madre.

Me instalé en una habitación alquilada, en una de aquellas fondas clandestinas que existían, cerca del bar de Armando.

En mis ratos libres, solía dirigirme a los lugares donde existía bares y clubes de ambiente en Madrid, aunque nunca me atreví a traspasar sus puertas, además, adquirí algún maquillaje y barras labiales, así como algo de ropa de mujer más actualizada, con la que me travestía en la soledad de mi habitación, todas las noches.

Me acostumbré a llevar puesto siempre un femenino tanga, bajo mi pantalón de chico, lo que me hacía sentirme mujer al notar su hilo penetrar mi culete, aunque cuando vestía de hombre, no aparentaba la feminidad que llevaba dentro.

ARMANDO ME HIZO MUJERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora