Viernes, 29 de abril del 2016
Tengo cuatro meses en esta ciudad y soy consciente que aún no he podido ver a toda mi familia, las remodelaciones en el loft me quitaron todo el verano y mis vacaciones, pero de algo sirvió porque apenas cumplí mi mayoría de edad, me pude mudar ahí; claro, luego de eliminar cada rastro del abuelo del lugar y dejarlo como quería.
Durante esos meses de remodelación exhaustiva, de ir y venir por la ciudad, encontré una cafetería de la que me he vuelto fan, tiene unos batidos increíbles y unos muffin de arándano, ¡de muerte! Y hoy he invitado a la abuela a conocerla y darnos un tiempo a solas, ya que trabajar realizando una práctica pagada me ha traído una gran recompensa, trabajo para ellos con contrato oficial y convalidé mi práctica, solo por ello he podido darme uno que otro lujo con mi propio dinero. Y sé que el abuelo me ha dejado lo suficiente como para no trabajar en lo que me queda de vida, pero no es algo que yo haya querido, así que me ha costado mucho aceptarlo y usarlo. Sin duda, necesitábamos una distracción, tomar un café o comer algo delicioso, después de haber recorrido todos los sitios donde hace sus compras mensuales.
Nos acercamos y entramos en la cafetería, su ambiente tranquilo me llena de paz. Desde la puerta, busco con la mirada una mesa vacía y doy con ella muy rápido, luego le aviso a la abuela que miraré de cerca la vitrina para poder sentarnos a gusto. Me acerco a mirar solo para saber si les quedan de esos maravillosos muffin y ella aprovecha mi ausencia para saludar a alguien, con el que comienza una conversación muy amistosa.
Encuentro lo que busco en vitrina y vuelvo a su lado, perdida en mis pensamientos. Levanto la vista al llegar a su lado y reconozco a la persona que ha saludado, una que creí no volvería a ver jamás, pero que se encuentra hoy frente a mí, mirándome como si fuera un amigo cercano; logro salir del impacto que ha causado su presencia y digo lo único que procesa en este momento mi cerebro.
—¿Connor?
«No puede ser, ¿qué hace aquí? Tengo claro que aún vive en esta ciudad, pero, ¿tanta mala suerte tengo para encontrármelo justo en esta cafetería? ¿No existen otras?»
—Hola, cuanto tiempo sin verte —su voz ya no es igual a la que tenía de niño, ahora es más profunda.
Siendo sincera, jamás pensé que él se acordaría de mí y si se acuerda. No es que hubiese desaparecido de su mapa, nos tenemos entre amigos en Facebook, sin embargo, no es como que hablemos, eso no pasa; aunque tal vez veía las fotos que posteaba. Puede que por eso me reconociera.
—¿Se conocen? —pregunta mi abuela después de un largo tiempo, el toque de curiosidad con la que habla me inquieta.
—Sí, estudiaba con él en el colegio donde trabajabas —le explico.
Mi abuela es psicóloga, trabajó por años en ese colegio y en mi último año en esta ciudad decidió cambiarme para poder hacer mi vida un poco más fácil.
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No seré el primero, pero...
RandomBelén tiene problemas, pero ningún problema se asemeja a vivir en una guerra con tus padres y hermanos, ya que ellos no te creen nada de lo que dices. Y tampoco se asemeja al ser víctima de violación a los ocho años por un conocido, una persona que...