Compañero de piso

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Lunes, 09 de mayo del 2016 

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Lunes, 09 de mayo del 2016 


Una semana comprando batidos en la cafetería de la que me enamore; todo por falta de tiempo. Y cada día me he encontrado con Connor ahí, hoy no es la excepción. Desde la puerta lo diviso y me obligo a entrar al lugar, se encuentra ahí, en una mesa no muy lejana de la entrada; al reconocerlo, una parte de mí, la más lógica, grita que me mantenga alejada, que huya de él y la otra, me recuerda que no puedo solo alejarme de él, por qué me es imposible; a pesar de que viví parte de mi pubertad sintiéndome poca cosa por su culpa.

Me acerco al mesón procurando pasar desapercibida, pero no lo logro, ya que a los segundos lo siento de pie detrás de mí, está tan cerca que soy consciente de su respiración en mi nuca y aunque detesto ese sonido propio de esta, sigo sin entender como la de él no me molesta en lo absoluto. Se aclara la garganta con un sonido ronco, así que volteo y lo saludo.

Buenas tardes, Connor, ¿cómo estás hoy? —me inspecciona el rostro.

Intenta descifrar si de verdad no lo vi, por lo que sonrió con toda la inocencia que puedo encontrar en mi ser.

Buenas tardes, Belén, estoy muy bien. He venido por uno de esos batidos que tanto tomas y mira, te he vuelto a encontrar —comenta, con poca credibilidad, lo que me fuerza a soltar una sonrisa un poco tensa.

La persona detrás del mesón espera paciente para tomar mi orden.

Lo de siempre —le comento, volteando levemente mi cabeza.

«Un batido de frutos rojos y plátano»

Son muy buenos, espero te haya gustado —contesto, después de hacer mi orden.

Avanzo a la caja y pago de forma rápida, para luego esperar a que me entreguen el vaso. Varios segundos después, vuelve el chico con mi pedido y me entrega mi batido, por sobre el mesón, dejándolo junto a un par de servilletas y se aleja.

Parece que seguiremos viéndonos en este lugar, ¿no es así? —pregunto, mientras veo la hora en el reloj de la pared.

«Se me hace tarde, muy tarde»

Me despido de Connor con un gesto de mano y sin esperar a que conteste mi pregunta; camino a la salida y él hace lo mismo, se retira del sitio. Pasa junto a mí y se acerca lo suficiente como para hablarme bajito al oído.

No sé, si te has dado cuenta de que te sigue un hombre. En un principio pensé que era paranoia mía, pero al ver que no te quita la vista de encima; entiendo que no —intento voltear para visualizar al sujeto del que habla, sin embargo, me sujeta del brazo, evitándolo—. No lo hagas, dicen que no es recomendable demostrar que sabes de su existencia.

No es que sea curiosa ni nada de eso, pero, no dudaría de que mi madre se haya tomado la molestia de enviar a alguien a seguirme para mantenerme vigilada.

No seré el primero, pero...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora