Confusión

55 7 3
                                    

El confundido Peanut descansó con más tranquilidad, pero todavía no lograba aclarar sus sentimientos. La admiración por Johnny, renovada y exaltada, se mostraba como otro tipo de atracción. Mientras que el deseo por Lola, aunque vigente, estaba menguando por el rencor que le tenía.

No obstante, no era por eso más fácil aceptar que le gustaba su jefe, sabiendo o suponiendo que no sería correspondido. De modo que se vio sacudido por los nervios cuando estuvo a solas con él en el taller.

Peanut lo asistía mientras éste reparaba un auto para la clase de mecánica.

—Con respecto a lo que quería hablar, Peanut —dijo el jefe—, quería decir que, en parte, lamento haberte tratado de esa manera.

—No tienes por qué disculparte, Johnny. Yo siento no haber medido mi comportamiento.

—Estás perdonado. Por otro lado, sabes que me cuesta controlar mi temperamento cuando se trata de mi chica. Espero que no te dejes convencer por sus encantos otra vez.

—No lo haré, lo puedo asegurar. No después de cómo hizo que nos distanciemos.

Se hizo silencio, y el mismo temió haber dicho algo malo nuevamente. Pero su superior cambió el tema.

—¿Es verdad que me admiras Peanut?

—¿Qué...? —contestó sorprendido.

—El otro día dijiste que me admirabas. ¿Lo decías en serio o sólo me adulabas? —preguntó con vehemencia, mientras salía de abajo del automóvil, mirándolo a los ojos. Sintió que la cara se le incendiaba y las palabras se anudaban en su mente.

—¿Yo... yo dije eso? Eh... Pues ¡Claro! Por supuesto que... te admiro y que lo dije... realmente.

Johnny Vincent, luego de un momento de silencio, terminó de levantarse y tomó asiento en un banco de trabajo, cruzado de brazos. El otro sentía cómo los nervios aumentaban con el silencio.

—Nunca pensé que alguno de ustedes me admiraría.

—¿Qué? Pf... ¿De qué hablas? —lo cuestionó, sintiéndose más ligero—. Eres fantástico en todo lo que haces: las acrobacias en bicicleta, las carreras, reparando coches y bicis...

El susodicho lo miró de costado y sonrió, sin negar que estaba algo sorprendido. Suspiró luego de unos segundos.

—¿Sabes, Peanut? Ahora que te presto más atención, me siento un estúpido —y prosiguió antes de que este pudiera acotar algo—. Me he comportado de lo peor contigo últimamente. Y ahora me percato de que tú eres el único que está a mi lado siempre. Aunque esté celoso, paranoico o enfadado...

—Bueno, por algo soy tu mano derecha —tomó asiento a su lado.

—Y el único que me hace sentir mejor cuando todo el mundo se burla a mis espaldas.

—Ellos pueden irse bien al demonio. ¿Sabes cómo se llama eso? Envidia. No tienen nada que tú no tengas.

—De acuerdo, ahora sí empezaré a creer que me estás adulando —bromeó. Peanut se rio, y comenzó a frotar sus manos con nerviosismo.

—Johnny... —comenzó a decir, con el corazón en la boca—. Hace tiempo que vengo pensando en algo, y puede sonarte raro, pero... —el mismo lo miró, cada vez más extrañado—. He dicho que te admiro. Y te admiro realmente, pero me parece que hay algo más...

—¿Qué estás tratando de decir? —preguntó con brusquedad. Lejos de tranquilizarlo, acrecentó su desesperación—. Sabes que no me gusta que den tantas vueltas cuando me hablan.

—Lo sé, lo sé, pero no es algo fácil de hablar. Trato de decir que... me gusta alguien... y temo que no te agrade saber quién es.

—Peanut —se inclinó sobre él, dedicándole una mirada asesina—. Dímelo de una vez. ¿Te gusta Lola?

Peanut ConfundidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora