Decisiones

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Ni siquiera en sus momentos de mayor fatalidad había pasado una noche en vela tan larga como aquella. Sólo cuando los primeros tímidos rayos de sol asomaron por la ventana, fue capaz de cerrar los ojos y conciliar unas horas de sueño fatídicas que no le fueron en lo absoluto reconfortantes.

Mientras la luna se deslizaba por el cielo, se revolvía entre sábanas, se ponía de pie para caminar inquieto por su habitación, se pasaba las manos por el despeinado cabello. Estaba atrapado por un estado de angustia y rabia que no le dejaba pegar un ojo.

Estaba furioso con Johnny. Entre sus sacudones impacientes se preguntaba cómo se había contenido para no lanzarse sobre él con la intención de molerlo a golpes. Eso sí, inmediatamente se retractaba, sabiéndose incapaz de arremeter contra su líder y enamorado.

Simultáneamente se sentía profundamente herido por esa reacción desmedida e inesperada. Una y otra vez, con cada vuelta que daba alrededor de su alcoba, se repetía las mismas preguntas que Johnny había dejado sin respuesta. ¿Realmente había usado las palabras menos oportunas? ¿Lo había herido con aquel comentario bien intencionado?

Su mente revuelta se debatía en un bucle obsesivo de preocupaciones, ansiedades, inquicisiones y rabia.

Despertó con el cuerpo cansado y la cabeza barulienta doliendo. Se revolvió entre las sábanas para volver a dormirse, pero al rato descubrió que el frío de la habitación y la luz del sol conspiraban también para evitarle un descanso adecuado.

No se sorprendió de hallarse ojeroso y lagañoso ante el espejo del baño. Una ducha caliente le ayudó a despertarse, llevándose el frío que le había hecho despertar temblando.

Salió sintiéndose más ligero, pero cierta inquietud continuaba haciendo de lastre en su ánimo. Se sentía francamente deprimido.

Sabía que por el momento no era posible hacer nada para que la situación mejorase, y aunque la oportunidad de lograrlo estuviera a su alcance, tampoco tenia la voluntad para hacerlo. Estaba emocionalmente agotado como para afrontar, otra vez, uno de los conflictos que se habían suscitado con Johnny.

Además, estaba seguro de que no había sido su culpa. Sabía que sus palabras no habían sido las mejores, pero no por eso se merecía una reacción tan tremenda; menos por unas disculpas bienintencionadas.

Otra vez había sido Johnny. Y su estúpido y susceptible orgullo.

La clase de gimnasia le ayudó a despejarse, pero le resultó tediosa, puesto que los deportes no eran lo suyo. No era el tipo de persona competitiva, que se regocijaba con una victoria. Al menos, no en lo que respectaba a un partido de quemados. Sí, quizás, en una carrera o concurso de acrobacias en bicicleta.

Actividades en las que Johnny destacaba por encima de todos.

Se maldijo por pensar en él cuando se suponía que estaba firmemente enojado por su actitud. Quizás, al fin y al cabo, no podía evitar, de vez en cuando, tener aquellos pensamientos. Pero no iba a darles rienda suelta con tanta facilidad.

—Oye, Larry —llamó su atención Hal. Se encontraban en la sala común de la residencia masculina, lanzando dardos con aburrimiento.

—¿Ahora qué pasa? —preguntó sin quitar la vista del tablero.

—Se te ve algo demacrado ¿Pasó algo?

—¿Eso parece? —dijo como quien no quiere la cosa—. Nada relevante.

—Si tú lo dices —se encogió de hombros. Parecía que iba a dejar el tema en donde estaba, pero prosiguió—. ¿Tiene que ver con Johnny?

—¿Por qué no te metes en tus asuntos? —inquirió ofuscado y le clavó la mirada.

Peanut ConfundidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora