Capítulo 9

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Con el estreno de temporada tan cerca y el acto final sufriendo un ligerísimo retraso, la orquesta había empezado a permanecer más tiempo del necesario en el teatro. Tocaban una y otra vez la misma pieza, siempre que los bailarines debían volver a comenzar y mientras la compañía de danza se organizaba, pulían hasta el mínimo detalle de la ejecución. El maestro parecía complacido con el talento que sus músicos demostraban en cada ensayo y es que no en vano había dedicado tanto a hacer de la Sinfónica de Baviera una agrupación casi perfecta.

Esa tarde, tan pronto las últimas notas de la Danza Rusa resonaron en el auditorio, Syd premió al conjunto con un merecido descanso de media hora, indicando que al reanudarse la práctica irían de lleno con la Danza de los Mirlitones. Allison lo escuchó, acurrucada en las butacas superiores de la sala, no sabiendo si eso significaba que por ese día podía ir a casa o si todavía debía aguardar y prepararse para ensayar el Hada de azúcar.

Honestamente, no le importaba permanecer en el sitio hasta que la orquesta entera se marchara, pero comenzaba a creer que haber dormido con las ventanas abiertas la misma noche en que el cielo dejaba caer una nevada, le estaba pasando factura. Sentía que la cabeza le estallaría, incluso sin moverse el cuerpo le pesaba como si estuviera hecho de plomo y por más que lo intentara, no conseguía entrar en calor y mitigar la ola de escalofríos que la recorrían cada vez con más intensidad.

—¿Suena bien, eh? —preguntó Kris, tomando asiento a su lado.

Nadie que lo viera dormitando en clase o yendo tarde a los ensayos, habría imaginado que el alemán llegaría a convertirse en el Concertino de una agrupación tan prestigiosa como la Sinfónica y es que tal vez el castaño no fuera la clase de estudiante modelo que los profesores adoraran durante sus años escolares, pero ello no quitaba el talento y la habilidad con que arrancaba a su violín las notas más limpias y armoniosas que alguien pudiera escuchar.

Además, los malos hábitos no eran eternos y con el tiempo, Kris no sólo se encargó de corregir los suyos, también demostró por qué merecía el respeto y la admiración de sus colegas en la sección de cuerdas y el resto de los miembros que conformaban la orquesta, Allison incluida. «Se nota que ha madurado, ya no es el torpe con quien me emparejaron para el recital de verano», pensó, el día que se unió al conjunto y se reencontró con su antiguo compañero de escuela.

—No está nada mal —repuso la pianista, esbozando una débil sonrisa.

—Es una pena que te nos unieras para el ballet —siguió Kris, todavía ajeno al aspecto febril que la chica ofrecía—. Una sola pieza no alcanza a mostrar lo buena que eres.

—Ya habrá otras oportunidades. El concierto a Rachmaninov, por ejemplo.

—¿Seguirás con nosotros hasta entonces?

Otro escalofrío la recorrió, pero esta vez, Allison decidió que ya no podía soportarlo. Buscaría al maestro, le pediría permiso para retirarse e iría a casa, directo a la cama. Kris debió notar que algo no estaba bien porque se volvió a mirarla y entonces descubrió que tenía la frente perlada de sudor y una mueca de agonía nada típica en ella.

—¿Qué pasa, te duele algo?

—La verdad es que sí, creo que pesqué un resfriado.

—Nevó anoche, seguro que el cambio tan drástico te sentó mal. ¿Debería llevarte al médico?

—Está bien, sólo necesito descansar un poco —dijo Allison, restándole importancia al asunto—. ¿Le dirías a Syd que tuve que marcharme? No creo tener fuerzas para ir a buscarlo.

—Claro, le explicaré después de asegurarme que llegues sana y salva.

Hizo amago de levantarse y ayudarla a andar, pero Allison (testaruda como siempre) rechazó la atención y la oferta de hacer de su chofer. Creía que ya bastante malo sería cuando el maestro se diera cuenta de que la pianista había desparecido sin avisarlo, como para además secuestrar al Concertino y meter a Kris en problemas.

Del odio al amor [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora