Origenes parte 3

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Cinco años después, Issac había cambiado. Aun era el niño travieso que corría entre las sombras del almacén, buscando aventuras o haciendo amigos entre los miembros de la banda, con la diferencia de que había crecido y comenzaba a entender que el ambiente donde vivía, lleno de violencia y desconfianza, era lo que dictaba las reglas.

El almacén seguía siendo su hogar, un refugio donde vivía junto a las personas que había aprendido a llamar familia. Aunque Jhon y Jaye seguían protegiéndolo como siempre, también se encargaron de que recibiera algo de educación. En ese tiempo, algunos miembros de la banda, a su manera, le enseñaron lo que sabían: lectura, matemáticas y un poco de historia, todo adaptado a la dura realidad que vivían.

—Mira, Issac, así es como se hacen las divisiones —decía Carla, mientras intentaba explicarle matemáticas de una manera que incluso ella encontraba poco usual.

Issac frunció el ceño, mirando los números en el cuaderno con una mezcla de confusión y frustración. No entendía bien los cálculos, pero se esforzaba al máximo. Aunque las matemáticas no eran su fuerte, nunca dejaba de preguntar ni de tratar de resolver los problemas, incluso cuando las soluciones parecían estar a años luz de su alcance.

—¿Seguro que esto tiene sentido? —murmuró, rascándose la cabeza mientras miraba la página con una expresión desconcertada.

Marco, que había estado sentado en una esquina del almacén, limpiando su pistola con calma, no pudo evitar soltar una risa baja al escuchar a Issac. Se acercó y, con una sonrisa burlona, se asomó por encima de su hombro.

—Es simple, chico. A veces las matemáticas son como la gente que te rodea. Tienes que hacer que trabajen para ti, no al revés —dijo Marco, con un tono que era mezcla de sabiduría de la calle y algo de humor rudo.

Issac levantó la mirada y le dirigió una sonrisa de lado. A pesar de lo complicado que le resultaba todo lo relacionado con números, la forma en que Marco siempre encontraba una manera de explicar las cosas le daba confianza.

—Supongo que lo intentaré otra vez... —respondió, y aunque no entendía del todo, hizo un esfuerzo por seguir adelante.

—Eso es, siempre hay que intentarlo —dijo Marco, dándole una palmada en el hombro—. Pero, si de verdad quieres aprender algo, deberías poner más atención en la historia. Esa sí que tiene algo interesante.

Issac levantó la vista, sus ojos brillando con más interés.

—¿Historia? —preguntó, con algo de sorpresa. Las matemáticas nunca le habían gustado, pero siempre había sentido curiosidad por cómo las cosas llegaban a ser como eran, cómo el pasado influía en lo que sucedía ahora.

Marco se inclinó hacia adelante, casi como si estuviera a punto de contarle un gran secreto.

—La historia es lo que realmente te dice cómo funcionan las cosas en este mundo. Por ejemplo, mira lo que pasó con el Imperio Romano. Un montón de gente creía que todo estaba bajo control, pero en cuanto se dejó de lado la disciplina, todo se vino abajo. ¿Te suena familiar? —dijo Marco, haciendo un gesto vago con la mano que parecía abarcar todo el caos de Nova Riven.

Issac escuchaba con atención. Aunque su conocimiento sobre historia era limitado, esas ideas le intrigaban profundamente. Se sentía como si estuviera viendo las piezas de un rompecabezas comenzar a encajar.

—Es como si todo lo que pasa ahora... ya haya pasado antes —comentó, pensativo.

—Exactamente —dijo Marco, asintiendo. —La historia es un ciclo. Si no aprendes de ella, vas a repetir los mismos errores. Y en este mundo, no puedes permitirte cometer los mismos errores que otros ya cometieron.

Hijos de la calle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora