¿Así se siente?

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Cuando abrió los ojos, ella no estaba.

Se incorporó de un movimiento y miró a los lados.

Definitivamente no estaba allí.

Peinó su cabello con los dedos, se frotó los ojos y después la barba de algunos días que tenía sin rasurar.

Sonrió. Definitivamente no había sido un sueño cuando su ropa estaba regada por la habitación y había un espacio revuelto a su lado en la cama. Su miembro comenzaba a ponerse duro de nuevo, se llevó una mano a la entrepierna, como si eso fuera suficiente para calmar su erección.

—¿Eloise? —llamó su nombre, esperanzado de que ella saliera de algún rincón de la habitación, pero no fue así.

Y no la culpó, era de esperarse que se marchara para no alzar ningún tipo de sospecha.

Hizo las sábanas a un lado, descubriendo dos cosas:

La primera era que, seguía completamente desnudo, la segunda y para él, la más importante, era que las sábanas estaban manchadas de sangre.

Cayó en la cuenta de lo que había hecho.

Deslizó los dedos por aquella mancha, recordando los eventos de la noche. Buscó con la mirada cada rincón de la habitación, hasta que encontró el cuenco de agua.

Se levantó de inmediato, buscando sus pantalones, vistiéndose.

Retirando la sábana y llevándola al agua, tratando de refregar la mancha y buscar desaparecerla, sabiendo que era casi imposible quitar un rastro de sangre de cualquier tela.

Agradeció a los cielos haber tenido una copa de vino sin beber, misma que vació en la tela blanca, con el objetivo de despistar aquel rastro.

Era un desastre, pero al menos no levantaría sospechas.

Respiró hondo y salió de la habitación, dirigiéndose directamente a donde se encontraba Gregory.




Para su sorpresa, ella estaba ahí, sentada en el mismo sofá que la noche anterior, abrazando sus piernas y mirándolo dormir.

—Eloise —le llamó delicadamente.

Ella giró, lo miró un segundo.

—¿Cómo está? —preguntó, desviando la mirada hacia el muchacho.

—Bien —respondió ella—, despertó hace un rato, para beber un poco de agua. Pero ya no tiene fiebre.

Phillip se acercó, tomando asiento al lado de ella y mirándola fijamente.

—¿Cómo estás tú, Eloise?

—Bien —dijo, encogiéndose de hombros—, tuve que salir temprano.

—Lo imaginé —susurró.

Eloise esbozó una tímida sonrisa.

—Había sangre... en las sában...

—Shhh —lo calló, haciendo una seña hacia su hermano.

Phillip asintió.

Ambos se quedaron callados un momento, mirando a Gregory.

—¿Mucha? —preguntó.

—¿Qué?

—Sangre —susurró.

—Ah —dijo, alzando las cejas—, no, solo un poco... traté de arreglarlo.

—¿Qué hiciste?

—No querrás saberlo.

BRIDGERTON || ELOISE & PHILLIP || PHILOISE ||EN EL 1820Donde viven las historias. Descúbrelo ahora