𝙻𝚊 𝚟𝚎𝚛𝚍𝚊𝚍

609 58 88
                                    




— Mo-MoonBin… — Tartamudeo atónito, con el rostro plácido, sin poder creer que lo tenía de pie a unos metros. Su pulso nervioso se había disparado mientras su respiración se hacía cada vez más corta.

MoonBin lo miraba con el ceño fruncido, más que nada molesto y algo turbado. Verse después de esos días les había afectado de verdad. De alguna manera, reconfortante. Se dieron cuenta que sus corazones aún seguían vivos por el dolor que les provocaba los fuertes latidos cuando cruzaron miradas, al igual que esos sentimientos. Sus almas reclamaban con desesperación sostenerse de las manos y poder sentir el calor corporal del otro. Sus aromas mezclados producto de los fuertes abrazos que nunca dejaron de darse en esos tiempos donde estaban maravillados y ansiosos por un futuro juntos.

El tiempo se congelo entre ellos. MoonBin no dejaba de examinar cada una de sus facciones. Perderse en cada pequeño detalle de lo que tanto había añorado. Él era su salvación, pero también una condena.

— ¿Qué estás haciendo aquí? — Preguntó la mujer atónita. Él debería estar en el hospital, aún no era tiempo para darle de alta.

El pelinegro se mantuvo con la mirada firme hacia DongMin, ni siquiera respondió a esa pregunta. Estaba harto de estar ahí, no le gustan los hospitales. Se sentía inútil, y eso sólo le estaba recordando sus desgracias pasadas y aquel oscuro mundo de sombras gélido al que estaba volviendo a caer poco a poco. No estaba bien. Aún sentía su cabeza dando vueltas, como retumbaba su sien, el horrible amargo de la bilis del cual no pudo deshacerse por más agua y menta que consumió. También tenía debilidad, sus rodillas tenían intenciones de falsear, pero se mantuvo firme, erguido. Necesitaba saber la verdad.

DongMin contrajo el rostro, no pudiendo contener las lágrimas ni los sentimientos que le provocó el tenerlo ahí otra vez. Esa voz tan suave con un toque ronco que lo perseguía, haciéndolo suspirar de angustia. Su mirada tan profunda y abrumadora, despertando cada pequeña fibra de su cuerpo como sólo él podía hacerlo.

Por favor, no te acerques. Me estas volviendo loco otra vez. Por favor, no lo hagas. Estás alterando mi cuerpo, estás haciendo un terremoto en mi interior con tu presencia. No quiero que me toques, porque sé que con sólo una caricia tuya accedo a ti. Por favor, soy débil cuando se trata de ti.

Pero él no obedeció sus peticiones silenciosas. DongMin, turbado, dió unos cuantos pasos hasta quedar sólo a unos pocos metros de él. Quería corroborar si era real. En la noche había sufrido una alucinación, o más que nada, un sueño tan real que casi era palpable. Los nervios de MoonBin estallaron.

— Quiero que en este momento me digas la verdad, DongMin — Parecía más una súplica disfrazada de exigencia. El castaño tembló.

De pronto no sabía a dónde se había ido el coraje que tenía hace unos momentos. Ver a MoonBin le hizo que su mente se reseteara, que estuviera nervioso y abrumado. Intentó pasar saliva, pero sentía la garganta seca y rasposa, como si millones de ligas lo tallaran.

— ¡No! ¡Vete de aquí MoonBin! — Se apresuró a decir la mujer, alterada. SanHa frunció el ceño, no entendiendo su reacción— ¡Este sólo quiere llamar la atención y dirá una estupidez para endulzarte!

— Mamá, déjame hablar con DongMin. Salgan los dos de aquí. Ahora — Gruñó molesto, refiriéndose a SanHa y la mujer.

— ¿Qué? — Expresó horrorizada.

— Qué se larguen ahora mismo — Volvió a decir, está vez con menos paciencia. Su cabeza dolió al momento que un fuerte mareo lo azotó cuando su sangre aumentó la temperatura.

DongMin estaba pálido, con el rostro deformado. Su respiración se volvió rápida, caliente y forzosa.

Decirle la verdad a MoonBin

¿HoneyMoon? ᴮⁱⁿʷᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora