2. 𝙲𝚎𝚕𝚘𝚜 𝚢 𝚖𝚊𝚕𝚎𝚗𝚝𝚎𝚗𝚍𝚒𝚍𝚘𝚜

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Habían pasado dos semanas desde que los recién casados volvieron a su jornada laboral y empezado su vida "matrimonial"
En sí, las cosas no habían marchado tan bien, aunque si pacíficas y entre todo, incómodas.

Ambos esposos dormían juntos en la misma cama, pero sin tocarse, es más, ni siquiera dormían abrazados. Apenas en el día se daban un piquito en los labios que no pasaba más allá de un beso como a veces lo deseaban. Un domingo que no tocaba trabajo se dividieron las tareas de el hogar y cada quien en lo suyo. Sin nada, sin pasar de una conversación casual y trivial de temas sin importancia.

Y bueno ¿Cómo DongMin puede explicar que eso situación lo estaba volviendo loco?

No era así la vida que imaginaba con MoonBin. Esperaba un marido más cariñoso, que a la hora de dormir lleguen a conversaciones profundas sobre sus días o sobre alguna molestia. Debatir temas que los deje agotados para después caer profundamente dormidos en los brazos de el otro.

Ahora no. Tenía que tragarse el fingir que no pasaba nada cuando MoonBin no lo trataba con cariño, cuando le ignoraba aveces, cuando lo abraza para estar con él y el pelinegro se excusaba diciendo que tiene calor o está ocupado.

Eso le dolía.

Y le hacía querer desistir de buscar contacto con él.

Ese día salió de el trabajo un poco más tarde. Se le hizo extraño que al salir del restaurante no haya visto el auto de MoonBin estacionado esperándolo. Hacia mucho frío. Y se arrepintió de no haber traído su gabardina. Tomó su teléfono y vió que eran las diez de la noche. Refunfuño molestó y buscó en el historial de llamadas el número de su esposo.
Después de varios tonos en espera, salió el buzón.

¿Qué?

Miró el teléfono con el ceño fruncido, extrañado. A esa hora ya MoonBin no estaba en el trabajo y se suponía que pasaba por él. Qué raro. ¿Se le habrá hecho tarde también o…

No, no quería pensar en que pasó algo. Así que descarto todo eso para no atraer malas vibras y que la incertidumbre lo consuma.

Resoplo y se quedó parado en la acera. Esperaría unos minutos más, si no, tendría que ir a la parada de autobuses que estaba a unas cuadras de el restaurante.

Agh. Debía comprarse un auto o una moto. Así ya no dependería de MoonBin para ir a algún lado.

— ¿DongMin? — Escuchó una voz detrás de él. Se sobresaltó un poco y se dió la vuelta encontrándose con su compañero de trabajo.

— Hola SanHa — Saludó amablemente. El pelinegro se situó a su lado con una sonrisa mientras movía su llavero.

— ¿Qué haces aquí todavía? — Preguntó extrañado. DongMin siempre era uno de los primeros en irse cuando ya era hora de la salida.

— Mi esposo no ha venido por mí aún — Miró el teléfono por última vez, notando que se hacía más tarde y que aún no había un mensaje o llamada de MoonBin.

— Qué raro. Pero ¿Ya lo llamaste? — DongMin asintió con una sonrisa triste. SanHa dedujo que debía haberse olvidado o que debió haber pasado algo. — ¿Quieres un aventón? Paso por tu casa cuando voy a la mía — Se ofreció.

DongMin lo miró atónito y soltó una sonrisa nerviosa, ruborizado.

— Es que… no sé si él vendrá por mí. No quiero irme y que él llegue después.

— Min, ya se hará tarde y por acá es peligroso. Mejor vamos, yo te llevaré. Allá le explicas que un amigo te llevó

DongMin lo miró dudoso por unos momentos. No era que no tuviera confianza en SanHa, al contrario, era uno de los mejores amigos que había conocido ahí desde que entró a trabajar a ese restaurante. La mayoría de los empleados solían ser competitivos y nada amigables. Desde que DongMin entró a trabajar rebajan su desempeño y le hacen una que par de caras de desagrado. Todos menos el chico un poco menor que él, el cual, siempre le instruyó, ayudó y charló con él hasta que tuvieron más confianza de llevar una relación más desenvuelta en el trabajo. El problema es que no sabía si MoonBin podía llegar en cualquier momento. Si a él también se le hizo tarde. Pero también... tenía frío y deseaba ir a casa. Había sido un día duro.

¿HoneyMoon? ᴮⁱⁿʷᵒᵒDonde viven las historias. Descúbrelo ahora