Tarot al cuadrado © | Borrador |

🔮 Capítulo III.

Un Na'vi vs un Oompa Loompa.

Apenas Gema cierra la puerta, mi padre enciende el auto y empieza la marcha.

Las imágenes de él, bajando del auto junto con su tío, bombardea cada segundo en mi mente, repitiendo esa escena y buscando detalles en el pasado de cómo esto llegó tan lejos y no lo pude ver. Todas esas ocasiones que él, llegaba a la casa y se quedaban juntos en la habitación de visitas viendo películas o jugando en las noches mientras yo dormía en nuestra habitación e incluso todas esas veces que él estaba en casa, mientras yo me encontraba en el trabajo.

Mi imaginación me juega sucio y me crea imágenes desagradables. Inmediatamente, sacudo mi cabeza tratando de suprimir cualquier tipo de escena entre esos dos.

Las luces de los autos en el tráfico me distraen por algunos segundos.

—¿Te encuentras bien? —pregunta con cautela.

¿Estoy bien?

—Esto ni siquiera parece real —murmuro.

—Te he visto llorar por las flores marchitar en la tienda y verte tan... —hace una pequeña mueca extraña mientras busca la palabra correcta— tan... no sé, es extraño.

Sus palabras me hacen caer en razón, ¿Por qué no estoy llorando? Quiero llorar, de verdad quiero llorar hasta secarme y sacarlo de mi mente, llorar y olvidar las veces que le dije te amo, que él me dijo te amo, sacar todos nuestros recuerdos de mi mente y sufrir la ruptura de nuestro noviazgo que duró más de 7 años, pero no puedo.
Pensar en él me produce una sensación vacía que es más cercana al vómito que a la paz.

Quisiera creer que esto es solo producto de mi imaginación, pero su mano sosteniendo la mía me planta en la realidad tan asquerosa que me encuentro.

—Me siento cayendo en un pozo oscuro y sin fondo que está fuera de esta realidad —reconozco tirando mi cabeza hacia atrás—. ¿De verdad estamos aquí?

Ella envuelve mi mano con las suyas sin contestar. El disturbio en el tráfico no ayuda a mi estabilidad.

—Ayúdame —pido a Gema mostrando mi torso mientras me deshago del velo.

Sus manos comienzan a desabrochar pequeños seguros que mantienen al vestido en su lugar.

—Listo.

Jalo la tela del pecho confirmando que desabrocharlo no es suficiente, simplemente ya no quiero seguir con el vestido puesto. La cantidad de tela en la estoy envuelta es incómoda, ahogante y desesperante, ¿cómo pude sentirme tan bien cuando lo compré?

Con ambas manos tomo parte de la falda y comienzo a agitarla.

—¿Tienes calor? —cuestiona ella tomándome por sorpresa con su pregunta.

—No, eso solo que... —me encojo de hombros y estiro mi espalda— no sé, me siento incómoda.

Su boca hace esa pequeña mueca como de costumbre cuando no tiene las palabras correctas para responder.