🔮 Capítulo V

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Que la suerte nos acompañe.

La turbulencia me despierta y puedo ver que Gema también se ha dormido durante el vuelo

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La turbulencia me despierta y puedo ver que Gema también se ha dormido durante el vuelo. Despliego la cortinilla de la ventana y me doy cuenta de que estamos volando muy bajo sobre una isla, tan bajo que el piloto da aviso de que estamos por llegar.

¿Llegar a dónde? Si es un vuelo sin escala y este no parece un lugar donde vaya a encontrar la torre Eiffel.

—Despierta Gema, dicen que ya llegamos —ella se rasca los ojos soñolientos y ve a través de la ventana.

—El aeropuerto de París no se parece en nada a las fotografías en Google —es lo primero que dice con justa razón.

—Creo que aterrizamos en una isla y no en la ciudad.

—Seguro nos ponen en otro vuelo —comenta ella colocándose de pie para tomar la pequeña maleta que trae consigo, cuando nos acercamos a la puerta de desembarque Gema se toma el tiempo de acercarse al sobrecargo para que nos oriente la ruta que debemos tomar, ya que parece que hemos aterrizado en una isla de Francia y no en París.

—Disculpe, nuestro vuelo era directo a París y creo que hubo una confusión, puesto que parece que hemos aterrizado en otro lugar —le plantea nuestro problema y yo afirmo con la cabeza confirmando nuestra situación justo detrás de ella para escuchar la conversación.

—Lo lamento, pero debe acercarse a la ventanilla para ayudarle —responde con dificultad en su acento, demostrando que el español no es su primer idioma.

Ambas salimos del avión y el primer letrero que vemos es ¨Honolulu international airport¨

—¿Honolulu?

Caminamos por el aeropuerto hasta encontrar las ventanillas y nos encontramos con una larga fila de espera. Ambas volteamos a vernos sabiendo lo que esto significa.

El tiempo avanza tan despacio que nuestros estómagos comienzan a rugir mientras nos llenamos de incertidumbre, a pocos pasos de llegar la ventanilla se puede percibir una ligera baja en la electricidad que me produce una mala vibra y me pone los pelos de punta.

—Como que esa persona ha tardado mucho —opina balanceándose un poco fuera de la fila para ver qué sucede, pero regresa a la línea sin dar verdadera atención a su propósito.

La ventanilla que está al lado se abre y el encargado hace una pequeña señal para que el siguiente en línea avance hacia él. La fila rápidamente desaparece y notamos que el que permanece frente al mostrador desde hace mucho tiempo es un hombre muy alto.

—Nos toca —avisa y puedo sentir el alivio en sus palabras.

—Hola, nuestros boletos son directos a París, pero parece que hemos aterrizado en una isla, no sabemos si es un error o es parte de la ruta que debemos de tomar. Me podría orientar, por favor.

—Sorry, can you repeat.

Ella se ocupa de volver a explicar nuestra situación, pero la persona al otro lado del mostrador pide ayuda a uno de sus compañeros.

La maleta de mi hermana choca con la de alguien más. —Lo siento —dice el hombre que se encontraba hace un momento a nuestro lado, ni siquiera se ha dignado a vernos a la cara para pedirnos disculpas y simplemente lo veo perderse entre la multitud.

—Quito toda mala energía que quiera adherirse a mí y a mi hermana —afirmo imaginando que sacudo toda la negatividad que su pudo pegar a mi cuerpo después de ver esa alma tan gris y malhumorada. Regreso la atención a mi hermana que parece estresada con la situación.

—No, no, no. ¿Y qué se supone que haremos? Tenemos nuestras reservaciones en el hotel, necesito que nos pongan en un avión de camino a París ya mismo.

—Lo lamento señorita, no tenemos un vuelo hacia París en estos momentos, tienen que esperar para que podamos encontrar una conexión que las lleve a su destino —se disculpa el trabajador que ha venido apoyar a su compañero.

—¿Qué? —intervengo— ¿Qué tan largo puede estar una isla de la torre Eiffel?

—¿De verdad no prestaste atención? —Pregunta Gema y lleva su mano a la cabeza recargándose sobre el mostrador.

—Señorita, se encuentra en Hawaii, no en Francia.

—¿Y qué tan largo estamos de París?

Ambos trabajadores intercambian miradas antes de contestar— ¿Más de siete mil millas? —responde con duda.

—¿Y cuánto tiempo es eso?

Sus manos se elevan por encima del mostrador y sus palmas se abren hacia los costados. —Puede tardar quince horas aproximadamente o hasta más, depende del clima, de la ruta y congestionamiento aéreo señorita.

Una carcajada innecesaria y nerviosa escapa de mi boca.

—No, es broma ¿Cierto?

Él niega con la cabeza.

—¿Y qué se supone que haremos?

—En este momento nos encontramos inhabilitados para darle una respuesta exacta. Lamento tener que darle esta noticia, pero hemos recibido un informe oficial que pronostica la llegada de un ciclón en las próximas horas, así que los vuelos quedan cancelados por el momento, sin embargo, nos ofrecemos pagarle su traslado y estadía en un hotel por este inconveniente tan repentino.

—¿Y cuándo nos podremos ir?

—Nosotros nos pondremos en contacto cuando tengamos un vuelo listo para ustedes, por los próximos días lo principal es el resguardo de la vida de nuestros clientes y equipo.

—¿Hacia dónde tenemos que dirigirnos? —pregunta mi hermana.

—Mi compañero le guiará al transporte que debe tomar para su alojamiento en el hotel —comenta y luego de intercambiar unas palabras con su compañero, este nos guía hasta la parte de afuera del edificio dónde nos encontramos con otra fila de personas esperando transporte.

Una camioneta blanca con logo de un hotel reconocido se aproxima, el trabajador nos hace una señal para acercarnos al auto estacionado, ambas subimos y justo cuando está por cerrar la puerta es interrumpido por un hombre alto de barba muy bien perfilada y con gafas, reconozco su atuendo de inmediato, es el mismo sujeto que anteriormente chocó la maleta con Gema, ella se encuentra perdida en su celular tratando de encontrar señal para avisarle a nuestro padre que hemos aterrizado en un aeropuerto equivocado.

—Ese es el mismo sujeto que chocó tu maleta, hace un rato —le señalo con el dedo. El trabajador asiente y abre la puerta dejando que él también aborde a la camioneta.

Parece que no somos las únicas que tienen problemas con su vuelo.

—Mm —gesticula mi hermana sin dar importancia manteniendo la mirada en su celular.

El sujeto arruga la cara al verme y se sienta justo detrás de nosotras junto con su maleta.

—Tshh —gesticulo y repito mi ritual de malas vibras eliminando su mal de ojo sobre nosotras.

—Creo que debo hacerme una limpia para quitarme todo lo malo que esté arrastrando —le comento muy por debajo recargándome sobre su hombro. No puede ser coincidencia que mi boda se haya echado a perder, que este vuelo esté saliendo tan mal y que ese sujeto me haya visto feo—. Tengo la sensación de que estoy olvidando algo.

Tarot al cuadrado © | Borrador | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora