🔮 Capítulo IV.

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Una luna de miel entre hermanas.

—¡Debes de estar bromeando! —La voz de mi hermana me despierta y sin ningún tipo de ánimo le echo un ojo desde la cama

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—¡Debes de estar bromeando! —La voz de mi hermana me despierta y sin ningún tipo de ánimo le echo un ojo desde la cama. La veo caminar de un lado al otro, el entrecejo arrugado me da la señal de que es mejor volver a conciliar el sueño.

—¿¡Cómo puedes ser tan descarado y asqueroso al mismo tiempo!? ¿Cómo te atreves a llamar para preguntar sobre los boletos de la luna de miel? —Su voz se eleva cada vez más, demostrando su enojo y sus últimas palabras me hacen tener conocimiento de lo que está sucediendo acompañado por el efecto de las copas de anoche, ni siquiera recuerdo cuando llegamos a su departamento—. ¡Eres una rata, no vuelvas a llamar!

Ella gira hacia mi dirección, inhala y exhala tan profundo que podría acabar con todo el aire en la habitación, posa sus manos sobre su cintura y me observa mientras su mente parece ir a mil por hora en algo.

—¿Era él? —ni siquiera estoy segura de querer saber si era él o no.

—Si —su respuesta cortante me hace saber que no hay nada bueno que contar.

¿Por qué tendría que esperar algo bueno después de lo de ayer?

Ella se sienta en el extremo de la cama y estira su mano buscando la mía. —No sé cómo decírtelo porque es el colmo del colmo, en serio. Ah mm... Ezra quiere los boletos de la luna de miel —da la noticia con tanta sinceridad que siento que dispara y atraviesa justo en el centro de mi pecho.

Otra vez esa sensación de querer llorar, pero no derramar ni una sola lágrima se apodera de mí. No quiero nada más que seguir tumbada en mi cama y dormir hasta que desaparezca de mi mente.

—Cierra las cortinas —le pido cubriendo mi cabeza con la almohada.

—¿Qué carajos crees que haces?

—Dormir, ¿qué no ves?

—¿O sea, no escuchaste lo que te acabo de decir?

—Sí, Gema, sí, escuché. ¿Qué quieres que haga? Que me ponga a llorar porque él quiere tomar los boletos que compramos para nuestra luna de miel para irse de vacaciones con su tío, tal vez. —El tono de mi voz es el menos indicado y me doy cuenta de inmediato—, lo siento, no quise responderte así, pero no quiero volver hablar nada que tenga que ver con él.

—No me importa como me hables Sarah, pero no quiero que te quedes aquí encerrada por un imbécil como Ezra, y peor que lo dejes tomar los boletos para irse de vacaciones con quién te estuvo viendo la cara de tonta por quién sabe cuánto tiempo.

Así que hazme el favor y te levantas de la cama, tomas una ducha porque apestas y nos vamos directo al aeropuerto a tomar esos boletos.

—Estás loca, yo no estoy yendo a ningún lado, además me duele la cabeza, así que baja la voz, por favor.

—Sarah Abbe Alegría, levántate ahora mismo o te juro que no me importa agarrarte del cabello para meterte a la ducha y lavarte el trasero yo misma, si es necesario —reta acompañado de un duelo de miradas que normalmente pierdo porque es capaz de hacer cualquier cosa de las que dice.

—No pretendo bañarme —anticipo haciéndome un moño alto al salir de la cama.

—Cepíllate los dientes, yo iré pidiendo un taxi —mueve el celular en sus manos, seguidamente se coloca de pie y camina hasta su armario en busca de una maleta que arroja sobre la cama. Empieza a tirar prendas de ropa que vuelan desde la estantería hasta la maleta, ni siquiera revisa de qué tipo de prenda ha escogido antes de cerrar y colocar el seguro de la maleta.

A los pocos minutos da aviso que el taxi ha llegado.

En pijama y cargando únicamente un bote de analgésicos y auriculares para aislar el sonido, subimos al auto que nos lleva hasta el aeropuerto.

Después de recoger los boletos en la ventanilla hacemos fila esperando la revisión de lo que portamos y sin problema avanzamos hasta la sala de espera para abordar, con suficiente tiempo de sobra para que abran las puertas Gema consigue comprar un desayuno ligero acompaño de dos cafés negros.

—Ya verás que esto te hará sentir mejor —asegura con esa calidez ruda que la caracteriza.

—Si está tan fuerte como se ve, probablemente sí —respondo agitando un poco la taza de café.

—No me refiero a eso. Este viaje te puede cambiar de aires o de ¨vibras¨ como sueles decir tú —comenta dejándonos en un silencio melancólico.

—Por cierto, ¿por qué te ves tan fresca como una lechuga? Parece que ni siquiera hayas tomado una gota de alcohol ayer —le cuestiono tratando de cambiar el tema.

—Bueno, creo que es lógico. Una de las dos necesitaba estar sobria anoche, solo tomé media copa para acompañarte, lo demás fueron zumos —responde y justo en ese momento comienzan a llamar a los pasajeros del vuelo para abordar el avión.

Ella es la primera en levantarse de las sillas. No puedo evitar imaginar que justo en este momento estuviéramos los dos abordando este avión y probablemente sería la persona más feliz del mundo a su lado, pero eso quiere decir que él continuaría engañándome si no lo hubiéramos descubierto.

La puedo escuchar bufar al ver la pantalla de su celular que rápidamente lo vuelve a guardar en su bolso. Encontramos nuestros asientos y solo queda esperar unas horas de vuelo hasta llegar a nuestro destino.

Tarot al cuadrado © | Borrador | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora