Hechar leña al fuego de tus enemigos

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Pasas una semana con solo unas pocas escaramuzas menores entre tus tropas y las del Imperio, parecen estar esperando algo, esperando que cometan un desliz, que queden indefensos. Pesa mucho en tu mente a todas horas del día, incluso cuando estás profundamente dormida, no ibas a darles la oportunidad de otro asesinato. Tienes un buen número de guardias nocturnos rodeándote a ti y tus aliados, pusiste a tus soldados más grandes para empezar. Nadie entra o sale del campamento sin que tú lo sepas primero. No ayuda a tu ansiedad, en lo más mínimo, te encuentras esperando, lista para ir a lo que sea, por cualquier destino horrible planeado que este por ser rebelado, pero no ha pasado nada.

Has empezado a dormir en la habitación de Alex. Había sido demasiado difícil ocupar el lugar de Wilbur en la tienda donde comandas pro L'manburg, te hacía sentir... mal. Se sentía como un puesto robado, un honor que no habías ganado por ti misma. Sin mencionar la frecuencia con la que tú y Tommy se despiertan el uno al otro, gritando con terrores nocturnos y visiones de un hombre con cabeza de cerdo. Te has acostumbrado a dormir con la daga atada a tu pierna. Solo como precaución. Incluso si solo estuvieras enfrentándote a tu propia mente, con tu propia paranoia, se sentía bien estar armada, por si acaso. Así que empiezas a dormir en la habitación de Alex, en un bonito colchón de plumas. También te sientes culpable por eso, pero ¿no se te permiten algunos pequeños lujos en el fin del mundo?

Te despiertas de otra pesadilla, temprano en la mañana, si la penumbra de la tienda te sirve de algo. Estás durmiendo de lado, frente a la puerta de la tienda. El brazo de Alex está sobre tu cadera, sigue durmiendo plácidamente a pesar de tu pesadilla, debe haber sido una tranquila esta vez. Todavía estás un poco somnolienta cuando tus ojos tratan de adaptarse a la habitación, escaneando alrededor en busca de...

Hay una sombra junto a la puerta. Crees que lo estás imaginando al principio, con la habitación tan oscura. Debe ser un rayo de luna errante que se está enredando en algo. Un trozo de lienzo, un mueble, pero luego se mueve. Lo ves deslizarse más y más cerca. Parece una sombra humana. Mueves tu mano con extrema precaución debajo del edredón, sacando tu daga lentamente, tan lentamente como la forma continúa acercándose. Cuanto más se acerca, más se adaptan tus ojos a la oscuridad, tu corazón comienza a latir rápidamente. La figura llevaba una cota de mallas casi de cuerpo entero, como solías hacer, ligera y veloz para un acercamiento sigiloso. Estabas segura de que este no era uno de tus guardias, como si eso hubiera sido la primera pregunta que cruza tu mente. Miras más de cerca y los ves agacharse, sacar una cuchilla curva de su costado, una hoz, tal vez. No podías estar segura en la oscuridad, así que pretendes seguir dormida, llevando tu daga cerca de tu pecho sin lastimarte, tú respiración también se acelera, y temes que te delate. Tu mente se queda en blanco mientras observas la figura, esperando, en silencio, solo tienes una oportunidad para defenderte.

Llegan al lado de la cama, te mira y finalmente vislumbras al menos su rostro, su cabello era rubio dorado, con la cara descubierta mientras trata de disfrazarse alrededor de su campamento, finge ser uno de tus soldados. Sostienes la daga con fuerza en un agarre inverso, tragas saliva. Él levanta la hoz y saltas, empujándola hacia arriba y logras poner la daga en su cuello, el aspirante a asesino esquiva la misma, pero no puede esquivar el peso de tu cuerpo cuando saltas sobre él, tirándolo hacia el piso. Su arma sale volando mientras luchas con él, el tiempo se ralentiza a paso de tortuga, actúas con movimientos lentos, a medida que su cuerpo se mueve solo por instinto. Ves que Alex solo comienza a despertarse mientras luchas con el asesino en la tierra. Te las arreglas para poner una pierna alrededor del pecho del hombre, clavas las uñas de tu mano libre debajo de su barbilla, perforando la piel lo suficientemente fuerte como para sacar sangre mientras tiras de su cabeza hacia atrás. Lucha de nuevo, su codo te golpea en un lado de la cabeza, aturdiéndote, pero tienes control sobre él ahora. Apuntas la daga y él pone una mano alrededor de tu antebrazo, intenta apartarla de su cuello, pero tienes mejor agarre. Hay un horrible chapoteo cuando la hoja perfora el costado de su cuello, tu mano se ve inmediatamente cubierta de sangre, goteando hacia abajo en la suciedad. Es difícil mantener el control sobre la daga, pero lo logras.

L'manburg no tiene salida al mar ¦✑ C!Quackity royal AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora