Sexo, Amor y Vino

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Sexo, Amor y Vino.
Capítulo 3
Jadeos

En la penumbra de la medianoche, con mi respiración agitada y mi cuerpo frío por el sudor pensé en ella, supe que podría pasar por lo que sea y ella jamás saldría de mi mente, jamás sería alguien de quien me pueda olvidar por más que lo he intentado en tantos años.

A mi lado, en total desnudez y desprendiendo un calor erótico, envuelta en sábanas que alguna vez fueron blancas, con las mejillas sonrojadas por el clímax que compartimos y con los ojos entrecerrados que me miraban con curiosidad, tal vez, intentando descifrarme e intentando averiguar quién era yo realmente, perdida en un laberinto de emociones simples, Delora me juzgaba en silencio mientras la humedad de su intimidad (que alguna vez me hizo sentir la adrenalina del pecado) estaba al descubierto incitándome a recrear con suma intensidad los momentos que me hundieron en el arrepentimiento durante años, y aún así no lograba olvidar a mi bella dama, por más grotesco que podría llegar a sonar, todo me recordaba a ella y me sentía un ser abominable digno de la horca por hacer que la que alguna vez fue su mejor amiga enredara sus piernas en mis caderas sobre la cama donde le susurré mis anhelos y deseos más perversos al amor de mi vida, y aunque así fuera, esa era la menor causa de mi arrepentimiento.

El frío del alba me hizo despertar, sin la mínima intención de asignarle importancia a lo sucedido la noche anterior, caí en cuenta que me encontraba con la insignificante ausencia que dejó aquella dama perversa en el inmenso espacio de recámara, aún así, mi primer pensamiento recayó en lo que alguna vez fui con la persona que más amé y que por la crueldad del destino me la arrebataron, y por más que trataba asimilarlo la imagen de ella bailando en la mitad del inmenso campo, con su sonrisa radiante y sus labios color cereza, esa mirada tan cautivadora y tan inocente que hacía que el campo se iluminara aunque en él estuvieran cayendo las aguas más frías y constantes, con su curvilínea figura que me ponía deseoso de más, y que aún así, jamás fue suficiente.

"El ensordecedor vacío de tu ausencia me hace extrañarte cada vez más"