El sujeto limpió una de las sillas y se sentó, poniendo el rifle en sus piernas.
-Ahora, los dos me van a decir sus nombres. Y no quiero trampas ¿entendido?, detesto a los idiotas que se creen más listos que yo. Primero tú chico.
-Caleb, mi nombre es Caleb. Ella es Rachel.
-¿Te pregunté su nombre? No, yo se lo preguntaré a ella. -le respondió, apuntándole con su dedo mugriento al pecho. -Como sea, ¿que los trae a Islington?
-Pasamos por casualidad.
-Sí claro, y yo soy el Padre Tiempo. Nada de trampas, dije.
-Está bien, está bien. Estamos buscando París.
-¿París?-exclamó el sujeto entre carcajadas.-Nadie busca a París, París sólo deja entrar a los que desea.
-Tenemos nuestras razones.
-Oh, miren nada más al Señor Secretos, Dios me perdone pero me simpatizas. Mi nombre es Anatoli, recién nombrado alcalde de Islington.
-¿Qué pasó con el viejo alcalde?-preguntó Rachel.
-Al pobre anciano lo mataron mientras se escondía en la alcaldía.
-¿Quién lo mató?
-Harán unos dos meses que aparcaron aquí dos naves pequeñas con insignia negra. Hombres crueles y despiadados. Se hicieron pasar por comerciantes germanos y estuvieron un par de semanas.
-¿Y qué ocurrió después?
-Llegó otro grupo, armado hasta los dientes y juntos saquearon el puerto como demonios. Tratamos de defenderlo hasta donde pudimos, pero nos tomaron por sorpresa.
-¿Piratas de aire?
-No, esos perros no se atreven a venir aquí. Era gente diferente, más...profesional. Ahora quedamos un puñado que se niegan a abandonar la plataforma.
-¿Qué pasó con sus dirigibles?-preguntó Caleb.
-Robados o quemados, lo que convenga, ahora no queda nada.
-Podríamos llevarnos a algunos.
-Ni hablar, los muchachos y yo ya lo discutimos y no nos moveremos de aquí. Es nuestro hogar al fin y al cabo.
Anatoli se levantó y fue a buscar algo al cuarto contiguo, regresó con algunas latas de comida y les pasó para que comieran.
Cuando terminaron se levantó.
-Bien, tomen sus armas. Los llevaré a que conozcan Islington y a mis muchachos.
Salieron de la estación de radio y Anatoli les mostró lo que quedó de las antiguas atracciones del pueblo, incluso los dejó comer uno de los escasos postres que sobrevivieron de la pastelería.
Luego los llevó a la alcaldía, un edificio de aspecto neoclásico que tenía un impacto en una de las columnas.
-Aquí están mis cuarteles. -dijo con un guiño.-¡Muchachos, soy yo!-completó con un grito.
-¡Vaya jefe, ya nos temíamos lo peor de los forasteros!
Dos hombres de mediana edad abrieron la puerta de madera y les permitieron pasar. Dentro era un verdadero desastre de comida, basura y armas. Posiblemente eran diez sujetos, todos ya maduros.
-Bienvenidos a lo que queda de Islington.-les dijo, cuando se reunió toda el grupo.-Tropa, saluden a Rachel y Caleb.
-¿Son piratas?-preguntó uno.
-No, sólo viajeros. Se quedarán por esta noche y mañana partirán.
A la mañana siguiente, despertaron en un ajetreo. Nadie se percataba de que se hallaban todavía en cama.
Caleb se levantó al ver a Anatoli.
-Anatoli.
El hombretón giró y encaró a Caleb con una mirada amenazadora.
-¿Ustedes los trajeron?
-¿A quiénes? No sabemos de lo que hablan.
-El técnico de la radio detectó algo acercándose, algo grande.
-No tengo la más mínima idea.
Uno de los hombres entró apresuradamente.
-Alcalde, están aquí.
Anatoli volteó.
-Tomen sus armas y ocúltense lo mejor que puedan, mantengan comunicación y no ataquen. Si son muchos no deben saber que estamos aquí.
El hombre asintió y volvió a salir.
-En cuanto a ustedes dos, vienen conmigo. Levántense. -dijo Anatoli, mientras tomaba a Caleb del hombro.
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SKYLAND
Science FictionDespués de que la Era Industrial consumiera los limitados recursos que teníamos, ocurrió el Cataclismo. Despojados de nuestras gloriosas ciudades y con un páramo muerto como herencia, sobrevivimos. Y con los despojos de las máquinas huimos al único...